Este artículo no va de igualdad ni pretende ser una reprimenda a un dirigente al que sus formas reiteradas en el tiempo bastan para encasillarlo.

Este artículo va del decorado, de todo eso que hace posible que lo indecente se perpetúe. Ya sé que puede resultar muy bestia lo que voy a decir pero vivimos rodeados de corrupción y sometidos en cierto modo a ella.

En estos tiempos en que todo queda grabado, los protagonistas de la foto tienen que haber sentido mucho sonrojo por no haber sido capaces de evitar esta escena.

Ojalá fuésemos todos tan libres, independientes y fuertes psicológicamente para enfrentarnos a un corporativismo que ocupa tantos campos de nuestra vida.

Cuando hablo de corporativismo no me refiero a esa parte positiva de las organizaciones, creadas para conjugar mejoras en la eficiencia y criterio común…cuando lo que prima es ‘que no me pisen la manguera’ abrimos el campo a los abusos, a las corruptelas y a las prácticas mafiosas.

Todos hemos tenido la ocasión de estar cerca de muchos círculos de poder y sabemos diferenciar quien está haciendo un uso equilibrado de esa potestad y quien lo sobrepasa ampliamente.

La cuestión determinante es si se le puede poner coto a ese exceso, si somos valientes para enfrentarnos y si sobreviviremos si ese corporativismo que nos ocupa es complaciente…esa es la clave, y habitualmente las organizaciones no son un ejemplo de rectificación de errores propios.

“Cosas veredes” decía D.Quijote, y efectivamente las vemos con demasiada asiduidad.

Colegios profesionales, funcionarios, partidos políticos, sindicatos, fuerzas del orden, organizaciones religiosas, federaciones deportivas…en todas ellas puede, en ocasiones, conjugarse la mala praxis con un “cierren las filas” poco decoroso. El “todos a una” da mucha fuerza y protección al grupo pero…

Y ahí es donde radica el auténtico problema, porque el modo de manejarse del Sr. Rubiales y su forma ancestral de rectificarlo ha infectado a toda la Organización cuando ha impuesto un “tanquam tábula rasa” a sus subordinados…y estos han cedido.

Les va a costar a los de la foto sacarse ese San Benito, y, eso que no tengo ninguna duda que sus declaraciones de repulsa posterior son sinceras.

Hubo un tiempo en que quien les narra se enfrentó a carros y carretas contra viento y marea. No doblegarse tuvo su precio pero, al menos hoy, puedo escribir este artículo sin que nadie me llame la atención…Todos los poderes son efímeros y al final solo queda eso de si fuiste Vasallo o Ciudadano.

¡Todos al rincón de pensar!