Javier Milei ha sido elegido como nuevo presidente de Argentina. El nuevo gobernante cuenta con más votos que cualquiera de sus antecesores. El resultado de las elecciones del país americano supone un antes y un después tanto para la historia política de los argentinos como para el panorama internacional. Milei es el primer político libertario que ha conseguido dirigir un país.

Evidentemente, ha habido más cargos públicos pertenecientes a la escuela austriaca de economía o cercanos a ella. Estoy pensando en Ron Paul o en el propio Eugen von Böhm-Bawerk, quien fue ministro de Finanzas de Austria entre 1894 y 1904. Sin embargo, es la primera vez que alguien asume la responsabilidad que el economista de Buenos Aires ha conseguido.

Milei, a diferencia de sus antecesores austriacos, asume un mayor poder y recoge una tradición austriaca mucho más desarrollada. Las ideas del nuevo presidente están influenciadas por los trabajos de Rothbard o el español Jesús de Huerta de Soto. Es decir, el ahora gobernante ha podido acceder al desarrollo teórico libertario de una forma nunca antes vista en un dirigente.

La ola del libertarismo, fenómeno puramente televisivo y de internet durante bastante tiempo, ha roto generando un ejecutivo que sufrirá una constante evaluación por parte de opositores y defensores. La puesta en práctica de la teoría austriaca será ponderada en función de sus resultados y no en base a su cercanía con lo que los académicos establecieron.

Es decir, estamos ante un experimento involuntario repleto de detractores que harán lo posible por arruinarlo. No obstante, la semilla plantada por Milei ya es imparable. El economista ya no es sólo un representante libertario y antiestatista sino que se ha convertido en parte de la derecha alternativa -o nueva derecha-.

El conservadurismo se ha reformulado mediante un conglomerado de ideas que acogen a multitud de sensibilidades. En general, la ola alt-right se expande internacionalmente manteniendo sólo un principio inamovible: el rechazo a lo establecido. Cada vez son más, especialmente los jóvenes, quienes reaccionan a un consenso desgastado que no es capaz de satisfacer sus demandas o que, incluso, niegan los problemas reales por muy obvios que sean.

En ese contexto, la nueva derecha se erige como la voz de los oprimidos, de los desfavorecidos, aquellos que no tienen medios de comunicación y que sólo pueden defenderse mediante herramientas rudimentarias. Este método le ha servido a Trump y a Milei, pero también -aunque con menor fuerza- a Vox en España. En el caso del partido español, vemos como los elementos ideológicos están en una fase embrionaria.

Tanto es así que la formación no cesa en realizar cambios estratégicos que provocan desviaciones en su discurso a lo largo del tiempo -pese a que presumen de ser firmemente coherentes y de decir lo mismo en todos sitios-. Como ejemplo sencillo tenemos la mochila austriaca, un elemento complementario a las pensiones públicas que podría flexibilizar el mercado laboral y ayudar al sostenimiento de las pensiones. Esta medida fue planteada y defendida por Vox en sus inicios. Sin embargo, en la actualidad el partido verde no menciona el tema y el PP lo ha añadido a su último programa económico.

Las variaciones a lo largo del tiempo, las destituciones y la rotación de personal muestran un proceso adaptativo, algo que -en menor escala- vivió también Milei. El argentino no ha tenido más remedio que adaptarse a un discurso más conservador para entrar en su público objetivo, algo que se hace más notable en la figura de su vicepresidente. El resultado ha sido histórico.

Sin embargo, queda por ver si se da la consecuencia más importante que se puede dar: el efecto contagio. Pronto son las elecciones estadounidenses y es probable que Trump vuelva al poder. Si lo consigue, el mundo entrará de nuevo en un ciclo conservador que se detuvo temporalmente tras la pérdida de Brasil con Bolsonaro, de Estados Unidos con Trump y de Reino Unido con Jhonson.

El resurgir de la derecha internacional está provocado por la falta de respuestas a los problemas reales. Los jóvenes sufren una precarización y, sobre todo, no son optimistas de cara al futuro. Las expectativas son malas, reina la desconfianza y el panorama político internacional sólo presenta cuestiones ajenas a lo intuitivo y problemático.

Las ideas ideológicas -valga la redundancia- se han transformado en políticas cada vez más impopulares. Esto ha hecho que la reacción se haya ido gestando de forma inconsciente en las mentes de los que en otro momento hubieran sido apolíticos.

Por tanto, Milei puede servir como punta de lanza de un resurgir de la nueva derecha internacional, el comienzo de una ola que seguirá con Estados Unidos y que se expandirá alrededor del mundo. Esta derecha no será homogénea sino que simplemente combinará una serie de principios básicos que estarán más enfocados en la reacción del adversario que ostenta el poder que en un proyecto elaborado y común.