Benjamín Santamaría.

En el artículo anterior llamado “Yo estuve en Ferraz” expliqué de forma detallada lo que viví de forma personal durante los primeros días de las protestas. En este, me gustaría dedicar unas palabras para exponer las razones que me llevan a volver cada uno de los días que me sea posible.

La amnistía sólo ha sido la gota que colma el vaso:

  • Somos el país con mayor paro juvenil de Europa.
  • Somos productores de aceite y lo tenemos por las nubes.
  • La creación de empresas, así como todos los indicadores, están frenando.
  • La inflación vuelve a subir pese a que el Gobierno dijo que ya estaba controlada.
  • La educación está completamente tomada por la ideología izquierdista.
  • Van a prohibir mi coche aunque no me pueda comprar otro.
  • No puedo comprarme un piso por el encarecimiento de los préstamos y la desestabilidad económica.
  • Me cuesta formar una familia.
  • No tengo ninguna confianza en poder cobrar una pensión el día de mañana.
  • Los servicios públicos cada vez son más caros y de peor calidad.

Estas cuestiones sólo son una parte de todas las que han empujado a tantos como yo a ir a Ferraz. Es evidente que la situación política es también perniciosa:

  • Muy pocos son capaces de entender cómo puede ser posible que alguien llegue a tocar los límites legales (o incluso los sobrepase) tan sólo por 7 votos en una investidura.
  • Muy pocos son capaces de entender cómo puede ser que políticos busquen perdonar a otros políticos que un juez ha decidido encausar.
  • Muy pocos son capaces de entender cómo puede ser que una persona que va a ser investida tiene que celebrar la fiesta del 12 de octubre a un kilómetro de la gente para que no le griten, entrar por la puerta de atrás cuando se reúne con políticos europeos o quedarse encerrado en un hotel porque fuera hay una turba que lo detesta.
  • Muy pocos son capaces de entender cómo puede ser que millones de personas salgan a las calles y les escuche antes la prensa internacional que sus propios gobernantes.
  • Muy pocos son capaces de entender cómo la única respuesta que reciben al manifestarse por lo que está pasando es que son extremistas de ultraderecha.

Es decir, las circunstancias están llegando a unos límites nunca vistos en este país. La población mira al futuro con desespero y carece de herramientas para cambiarlo. Lo único que les queda es salir a las calles a reclamar lo que nadie les debería haber quitado. En Ferraz hay familias, jubilados, empresarios, hijos, padres, jóvenes… Cualquiera que pase una tarde por allí podrá comprobarlo pese a que muchos insistan en que sólo hay grupos radicales. La presencia de oportunistas violentos no enmascara la voluntad y el hartazgo de un pueblo al que sólo le queda su voz.