En el mundo, el suicidio se cobra 700.000 vidas cada año y la OMS quiere que se hable abiertamente sobre este problema global para incrementar la prevención.
Cada 10 de setiembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS), celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, un desafío para la salud pública que se cobra más de 700.000 vidas anualmente en el mundo. En España, casi 4.000 personas se quitaron la vida en 2023 y el suicidio sigue siendo un problema crítico que afecta a personas de todo el mundo.
El lema que ha elegido la OMS para este día de 2024 a 2026 es “Changing the narrative on suicide”, es decir, “Cambiando la narrativa sobre el suicidio”. Este lema tiene como objetivo aumentar la conciencia sobre la importancia de reducir el estigma y fomentar conversaciones abiertas para prevenir suicidios.
La campaña pretende destacar la necesidad de priorizar la prevención del suicidio y la salud mental, instando a la acción gubernamental. Cambiar la narrativa, implica abogar por políticas que prioricen la salud mental, mejoren el acceso a la atención y brinden apoyo a quienes lo necesitan.
Para mejorar la prevención del suicidio es vital que se impulsen políticas que prioricen la salud mental, mejoren el acceso a la atención y brinden apoyo a quienes lo necesitan
El Día Mundial para la Prevención del Suicido se celebra desde 2003 y se centra en reducir el estigma, aumentar la conciencia entre organizaciones, gobiernos y el público, y transmitir un mensaje unificado de que los suicidios son prevenibles.
Primera causa de muerte no accidental en jóvenes
El suicidio infanto-juvenil es un problema grave de salud pública que afecta a niños, adolescentes y jóvenes. A medida que se desarrollan, pueden encontrarse en una etapa particularmente vulnerable, donde las emociones intensas y los desafíos de la vida diaria pueden ser difíciles de manejar.
Según el Observatorio del Suicidio en España, la tasa de suicidio en menores de 15 años es del 0,18%, siendo más común en hombres que en mujeres. En el grupo de 15 a 29 años, la prevalencia sube al 4,47%, con una mayor incidencia en hombres (7,64%) que en mujeres (3,85%).
Los factores de riesgo que pueden contribuir al suicidio son diversos e incluyen los problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos, el acoso escolar (bullying), la violencia doméstica o abuso, el uso excesivo de redes sociales, los problemas en la escuela o dificultades para relacionarse con los demás, la presencia de armas o medicamentos en el hogar sin control adecuado y la falta de una red de apoyo sólida o de un entorno protector puede aumentar la vulnerabilidad.
Existen señales que pueden alertar sobre la posibilidad de que un niño o adolescente esté considerando el suicidio, como el aislamiento social o la pérdida de interés en actividades, los cambios drásticos en el comportamiento o estado de ánimo. Otros son más preocupantes como, por ejemplo, ciertos comentarios sobre la muerte, el suicidio o la desesperanza, el regalar posesiones valiosas o poner en orden asuntos personales y los cambios en los patrones de sueño o alimentación.
Es fundamental la detección temprana de problemas de salud mental y la intervención adecuada. Algunas estrategias de prevención se basan en fomentar el diálogo abierto sobre los sentimientos y emociones, buscar terapia y apoyo profesional con psicólogos o psiquiatras son clave para tratar los trastornos de salud mental.
Es vital crear espacios donde los jóvenes se sientan escuchados y valorados, en el hogar o en la escuela o participar en programas en las escuelas que promuevan la salud mental y enseñen cómo manejar el estrés
El auge del suicidio en adultos
El suicidio también afecta a los adultos y a personas mayores y es un problema significativo de salud pública que, al igual que en los jóvenes, está relacionado con factores complejos que incluyen la salud mental, el aislamiento social y las dificultades personales.
El suicidio en personas mayores, generalmente mayores de 65 años, es un tema preocupante, aunque a menudo menos visibilizado. Las personas de este grupo de edad suelen enfrentarse a factores únicos que pueden aumentar el riesgo de suicidio,
Las afecciones físicas dolorosas o incapacitantes pueden llevar a sentimientos de desesperanza, especialmente si afectan la calidad de vida. La muerte de cónyuges, amigos o seres queridos puede aumentar el sentimiento de soledad y aislamiento.
Factores Ocultos
Las personas mayores a menudo experimentan mayor soledad, especialmente si están jubiladas o viven solas. La depresión en personas mayores puede estar subdiagnosticada o malinterpretada como una parte normal del envejecimiento, lo que incrementa el riesgo de suicidio.
Algunos adultos mayores, al retirarse del trabajo o enfrentar limitaciones físicas, pueden sentirse inútiles o una carga para sus familias. La pérdida de la independencia, debido a problemas de salud o discapacidad, puede llevar a sentimientos de inutilidad o desesperanza.
La prevención del suicidio en adultos y personas mayores requiere una combinación de enfoques que incluyen el tratamiento de problemas de salud mental, el fortalecimiento de las redes de apoyo y la intervención en momentos de crisis.
El suicidio es prevenible si se reconoce y aborda a tiempo. Detectar las señales de advertencia y ofrecer apoyo adecuado puede marcar una gran diferencia en la vida de quienes están en riesgo.