No sé si se acuerdan, pero allá por 2011, el por aquel entonces ministro de Fomento y portavoz del Gobierno reconocía que “los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora hay que apretarse el cinturón”. Esa frase pertenece a José Blanco y se encuadra en los peores momentos de la crisis financiera iniciada en 2008 y que alcanzó su mínimo, medido en los precios inmobiliarios, en febrero de 2012. Esa frase viene a decir como que los españoles hubiéramos vivido a crédito sobre algo que no podemos pagar y, hay que reconocer que es una verdad a medias: pues no es el caso de los españoles, es el caso del Estado español.

Y es que, si miramos la evolución de la deuda y el déficit público, y su comparación con la deuda y el déficit privado, parece obvio que el Estado español está viviendo por encima de sus posibilidades. Con respecto al déficit público, aunque resulte sorprendente, se lleva produciendo ininterrumpidamente desde el año 2006. Quiere decir que las administraciones públicas llevan 17 años consecutivos gastando más de lo que ingresan. Imaginen que le pasa a una familia que gasta más de lo que entra en casa durante 17 años seguidos.

Sobre la deuda pública, ya explicamos en un artículo reciente que una de las formas más fáciles de engañar a la población es medir la deuda pública respecto a lo que produce el país (el Producto Interior Bruto). Aunque no es la ratio más exacta para medir la deuda pública, vamos a utilizarla: en 2006 ese porcentaje era del 39% mientras que actualmente ha aumentado al 113%. Y ojo, hay que tener en cuenta que, gracias a la inflación no esperada, la recaudación ha aumentado. 

Pero midiendo la deuda nominalmente, o el importe total, que es como se debería medir, los resultados son los siguientes: en 2006 el importe total era de unos 392.000 millones de euros mientras que actualmente es de 1,568 billones de euros. Se ha multiplicado por 4. En 2006 cada español de media debía unos 8.700€ mientras que actualmente ese importe se ha elevado por encima de los 32.000€. La cifra de ingresos públicos hay que decir que ha aumentado, por efecto de la inflación y por un residual crecimiento del PIB. Pero los gastos han aumentado en una cuantía superior a los ingresos fiscales. Digamos que, sobre unos ingresos fiscales de unos 550.000 millones de euros al año, necesitaríamos 3 años dedicando exclusivamente lo que se ingresa fiscalmente para pagar la deuda.

En primer lugar, viene el déficit; en segundo lugar, la deuda que financia a ese déficit; y en tercer lugar, los intereses para financiar la deuda que financió, a su vez, el déficit. Lo primero que hay que decir es que la deuda de España está barata, actualmente el coste medio está cercano al 2%, pero con todo ello, hay que pagar unos 31.000 millones de euros al año solo en intereses. Aproximadamente sale a pagar unos 1.000€ al año en intereses a todos los españoles en edad de trabajar, pudiendo pagar más de cuatro meses de pensiones con el dinero que se destinan a pagar los intereses de la deuda por contribuyente.

Y con todo esto hay que ponerlo en perspectiva respecto a lo que Europa nos pide. Y es que desde Bruselas se pide a los Estados miembros que el máximo de deuda sobre PIB sea de un 60%, cifra que en España casi duplicamos. Para ello tendríamos que rebajar un 50% nuestro endeudamiento o producir el doble de lo que producimos actualmente sin aumentar el gasto público.

Hoy en día cualquier de las opciones se antojan altamente inviables dejando a España en la tendencia de ir hacia una quiebra del Estado, la decimocuarta de su historia. Para empezar y de una manera constructiva se debería blindar en todas las administraciones el cuadre fiscal. Es decir, cualquier equipo de gobierno que genere un déficit a raíz de su gestión, tendrá que integrar de su dinero la pérdida patrimonial que ha generado al Estado. De tal manera se alinean los intereses tanto de gestores como del Estado. Así se evita que exista déficit, al evitar el déficit se evitan adicionalmente clientelismos y redundancias del Estado, lo que aumenta la eficiencia de lo público. 

Es una ley sencilla, pero que tiene mucho impacto. Lo que falta desde luego es voluntad política para catalogar a la deuda como enemigo nacional. La deuda es buena siempre que el dinero que consigas utilizándola sea superior a lo que te cuesta contraerla. Sin embargo, en España no ocurre esto, y además hay un alineamiento de los políticos que les hace contraer más deuda porque así ellos no tendrán ningún castigo. Por lo que, en definitiva, el problema es de los políticos: que han vivido por encima de sus posibilidades.