Los profesionales de la salud podemos y debemos de acompañar a la persona, sus procesos, su búsqueda y sus preguntas

Desde los inicios de la Medicina, decía Esculapio a su hijo, que aspiraba a ser médico- “vivirás como a la sombra de la muerte, entre los dolores de cuerpos y el alma”. Es así como seguimos viviendo el dolor, que sigue siendo la causa principal de las consultas de nuestros pacientes y el reto a vencerlo.

¿Por qué estoy enfermo? ¿Por qué he de morirme? ¿Qué sentido tiene mi sufrimiento? La Medicina como tal, no tiene respuestas a estas preguntas, que no pertenecen a su entorno. Y, sin embargo, los pacientes recurren a los médicos y al personal sanitario, en su calidad de seres humanos, en busca de algún tipo de respuesta, solución o consuelo.

Foto. Esculapio para los romanos fue el dios de la medicina y la curación.

En estos casos, el profesional de la salud recurre a su propia experiencia, a su visión del universo, haciendo uso no sólo de los conocimientos médicos que tiene, sino también de los sentimientos de compasión y convivencia con los seres humanos. No obstante, habrá ocasiones en que incluso, la atención más humanitaria y los cuidados paliativos más avanzados alcanzarán un límite. En este punto, la Medicina habrá de reconocer sus propias limitaciones. No todo en la vida puede quedar bajo el control de una Medicina tan constreñida en sus posibilidades, como aquellos seres humanos a los que sirve.

Los profesionales sanitarios podemos promover procesos de búsqueda que, al menos, no rehúyan de las preguntas

¿Qué hacer ante el que sufre? Los profesionales sanitarios no podemos resolver los problemas de fondo ni aportar respuestas definitivas, pero si podemos promover procesos de búsqueda que, al menos, no rehúyan de las preguntas.

Los profesionales de la salud no debemos convertirnos en los falaces y omnipotentes portadores del sentido, pero podemos intentar deconstruir el sinsentido. Es decir, podemos y debemos de acompañar a la persona, sus procesos, su búsqueda y sus preguntas: por lo tanto, tenemos mucho que hacer, aún a sabiendas de que eso también nos puede colocar en el límite donde el aguante y el dolor dejan paso al sufrimiento existencial, aquel que no puede ser simplemente atajado por medios psicofarmacológicos.

Sobre estas reflexiones, creo firmemente que así se ha desarrollado la vida profesional de aquellos sanitarios dedicados a la atención de pacientes. Estos profesionales se habrán hecho estas preguntas en multitud de ocasiones:

¿Puede tener sentido el sufrimiento? 

¿O es más bien la ausencia de sentido (en la enfermedad y la muerte, propias o ajenas) lo que nos causa el sufrimiento? 

¿Puede el sufrimiento sólo abarcar el dolor físico? 

La respuesta estaría en que el sufrimiento lo experimentan las personas, no simplemente los cuerpos, y que tiene su origen en los retos que amenazan a la integridad de la persona como compleja entidad social y psicológica.

Sólo nos quedará la Fe y la Esperanza.

 

Dr. Manuel de la Puente Andrés