Tus amigos son lo que dicen de ti lo que tú eres y merece la pena cuidarlos.
Javier Rodríguez-Losada Boedo
Aprendiz de filósofo práctico
Matriculado en el programa de la Universidad Senior de la UDC, cursé – sin elegirla previamente – la asignatura de Filosofía. Era una de las obligatorias. !Horror¡, pensé al conocer la inclusión de esta asignatura en el programa. Me imaginé en la enésima revisión de los clásicos, que hace más de 40 años había celebrado dejar atrás.
Sin embargo, un interesante profesor nos guio por nuevas perspectivas, que yo no conocía. En concreto, nos presentó a un desconocido-para mí- filósofo medieval francés (S XVI), un tal Michel de Montaigne, un noble católico francés a quien los franceses colocan al mismo nivel que a Cervantes, en la literatura española, o a Shakespeare para los británicos. A pesar de ser católico, la Iglesia Católica incluyó su obra en un índice de libros prohibidos.
Montaine fue reconocido en la literatura francófona por su obra cumbre; su libro de “ensayos”, en el que desgrana y discurre sobre un centenar de temas diferentes, explicando a continuación su particular punto de vista.
Para mí, el verdadero valor de las cosas se identifica cuando lo tenemos de mano y le damos importancia
Sin más información que esa, la comparación con Cervantes y Shakespeare me pareció un nuevo ejemplo del chauvinismo francés, pero me pareció interesante saber un poco más. El profesor, Sr. Sucasas, nos invitó a seleccionar un ensayo y trabajar en él aportando nuestra opinión.
A mí me pareció interesante el ensayo que el filósofo francés dedicó a la amistad, pues todavía hoy recuerdo el ictus que sufrí hace cinco años, y me mantuvo ingresado seis meses en el hospital, sin movilidad en gran parte de mi cuerpo.
Pero, frente al habitual ”ya sabes dónde estoy, para lo que haga falta” a mi mujer, un par de amigos dejaron inmediatamente sus quehaceres y recorrieron más de mil kilómetros para sentarse al lado de mi cama, en el hospital, y ver por sí mismos lo que yo necesitaba.
El gesto me llamó la atención mientras estuve ingresado, pero desde entonces, también me ha dado mucho qué pensar. Por este motivo, busqué algo que se acercase a una respuesta entre los ensayos de Montaigne: su estudio sobre la amistad.
Ya anticipo que me decepcionó; diserta el francés sobre lo que es “de verdad” la amistad, explicando que la amistad, pura y perfecta, era la que él mantuvo con un tal Etiene de Boetie, a un nivel difícilmente igualable. Reflexión que hace una vez que su amigo muere, y su experiencia le da para disertar sobre lo que es y lo que no es la amistad (entre otras posibilidades, explica que no cabe amistad de un hombre con una mujer, con un hermano, con un padre…), y lo razona, en cada caso, y así deja claro su dominio del tema.
No sé si tú, lector, tienes claro que tus amigos saben lo especiales que son para ti, o estaría bien que levantases tu teléfono y se lo dejaras claro
Como anticipé: me decepcionó. Básicamente porque espera a disertar sobre el tema una vez que su amigo se muere y lo echa de menos. Para mí, el verdadero valor de las cosas se identifica cuando lo tenemos de mano y le damos importancia. Y según la importancia que les damos, las gestionamos en consecuencia: parece que tiene poco sentido decir que tenemos con nosotros algo importante (un “tesoro” se dice popularmente de un amigo), pero no dedicamos mucho esfuerzo a mantenerlo, cuidarlo…
Tras mi crítica a Michele de Montaigne, pasé a la autocrítica: ¿estoy yo dedicando el esfuerzo oportuno a mis amigos…? Luego concreté que tengo uno al que trato desde hace 50 años, y un segundo, desde hace 40… Podría escudarme en que -después de tanto tiempo- casi nos entendemos con la mirada, y no hace falta mucho más, pero, al poco, estaba yo enviándoles un mensaje por whatsapp explicándoles que, para mí, era un placer, y un honor, haber coincidido en esta vida con ellos. No quise esperar a que uno de nosotros faltase y decir entonces lo mucho que nos queríamos. Es decir, una amistad de cara a la galería.
No sé si tú, lector, tienes claro que tus amigos saben lo especiales que son para ti, o estaría bien que levantases tu teléfono y se lo dejaras claro. O te parece correcto hacer como Michele Montaigne y esperar a que alguno de vosotros desaparezca para “gritar al viento” lo gran amigos que erais y la pena que te invadirá.
Yo no soy filósofo, ni francés, pero me parece que solo la pereza puede impedirte hacer lo que crees que debes hacer. Hazme caso, al final, si lo piensas, tus amigos son lo que dicen de ti lo que tú eres. Merece la pena cuidarlos.
Yo espero estar a la altura de mis amigos, porque serlo, ha sido y es un placer y un honor. Sin duda, yo no sería como soy si no tuviese los amigos que tengo. Ni parecido.
¡Va por ellos! y, claro: ¡Gracias!