Consejos para lidiar con personas conflictivas y tóxicas.
Los humanos nos empeñamos en manosearlo todo y no nos damos cuenta de que todo tiene su equilibrio, cada cosa tiene un por qué y un para qué, y tan importante es respetar los tiempos como el valorar las consecuencias de romper la estabilidad.
¿Y qué ocurre con la parte emocional, con nuestras relaciones con el resto?
Parece evidente que cosechamos lo que sembramos, y aunque pueden producirse injusticias puntuales, con el tiempo todo vuelve a su sitio. Ser capaz de rectificar, o si acaso modificar nuestras formas, nos hace estar emocionalmente preparados.
Nuestro comportamiento con vecinos, familia, clientes o compañeros, tanto jefes como subordinados, va creando un caldo activo que nos impulsa o acaba por destruirnos. Es el tiempo y nuestra capacidad de ejercer la tolerancia con humildad la que nos permite convivir.
Llevamos toda nuestra existencia como especie aprendiendo a perder. La victoria no es más que una cesión que se acepta. Se acepta porque es aceptable, ya que, si no, tal victoria no existe y el conflicto se perpetúa. Vence, pues, también el que cede porque en esa redefinición, consigue la supervivencia.
Es natural que surjan conflictos porque las circunstancias cambian y no todo puede seguir igual. Afrontar más que confrontar y colaborar más que cerrar salidas. Otra cosa es la convivencia con quién es el conflicto en sí mismo.
Como norma, yo soy de los que prefieren alejarse de las personas belicosas. ¡Suele ser lo más saludable! Muchas de ellas se muestran de modo tóxico, dividiendo el espectro entre amigos y enemigos, y fácilmente cambian de bando cuando algún cable se cruza.
Esas personas, que tienden a tener problemas laborales o personales allá por donde pasan, tienen que entender que todo vuelve y quizá tengan que repensar su estrategia de vida porque la soledad en estos casos suele llegar a ser su condena.
¿Y qué podemos hacer en nuestro día a día? Creo que la teoría la sabemos todos: amabilidad, tolerancia, comprensión, colaboración, agradecimiento …
De nuestra capacidad empática, pues, depende que ese “Todo vuelve” sea multiplicador de nuestra autoestima y bienestar.
¡Feliz semana!