El verano ha provocado que, hasta el mayor de los esperpentos de nuestra maltrecha vida política, la aparición fugaz de Puigdemont, sea solo generador de un pequeño chascarrillo.
Se empeñan en no dejarnos tranquilos tampoco en agosto, pero ni la ruborosa aparición del catalán errante puede privarnos de nuestro deseo, aún mayor, de desconexión estival.
La tan deseada normalización climática, las numerosas visitas de amigos que retornan y la gran cantidad de eventos festivos, hacen que hasta el mayor de los esperpentos de nuestra maltrecha vida política sea solo generador de un pequeño chascarrillo.
Una vez que nos alejamos del bosque mediático, que todo lo inunda, parece que recobramos una cierta dosis de normalidad, donde lo cotidiano pasa a ser lo importante. Parece evidente que nos hemos dado un tiempo muerto, y ya tocaba.
Los problemas y vergüenzas siguen estando ahí, su resolución no está en nuestra mano, así que conviene que tomemos perspectiva y no nos dejemos embaucar, también ahora, por toda la toxicidad que nos regalan.
No hay ningún asunto trascendente que no pueda dejarse para septiembre y disfrutar de unos días de desconexión de la batalla política
No voy a ser yo quien niegue la seriedad de muchos asuntos de actualidad, pero pueden quedar para septiembre. Es posible que a las huestes les interese mantener el nivel de nuestra atención, pero, háganme caso, denle al botón de pausa a toda la negatividad por este tiempo. ¡Será de lo más saludable!
Verán como en el día a día, descubrirán lo maravillosa que es la vida en este agosto espectacular, lleno de vida y posibilidades. Eso sí, no se olviden que luego hay que volver.
Y si me preguntan por la vieja capital del Reino, ya les anticipo que todo ha vuelto a su cauce. Las revoluciones pasaron a ser una conveniente y sensata evolución. En cuanto al vuelo perdido, ya fue superado por una voluntad sincera de cerrar heridas. Seguro que el aerostato volará este año más acompañado que nunca.
Creo, además, no tener que explicarles lo que es la gira “poética” que ilustra la foto. Ya sé que soy un poco chauvinista, pero es que tengo la suerte de ser de Betanzos. Por unos días todos los que os acerquéis también lo seréis. Bienvenidos.
¡Felices fiestas a todos!