Por Susana Muñoz.

Reflexionar sobre los 1.430 días de mandato de Inés Rey (y/o de José Manuel Lage Tuñas, claro) al frente de la alcaldía coruñesa es muy sencillo porque hay pocos hechos y mucha propaganda.

Son 34.320 horas de trabajo cuyo rendimiento se puede calificar como muy deficiente. Y eso siendo generoso, porque si a esa cantidad de tiempo le ponemos el dinero ingresado por la alcaldesa, más de 260.000 euros solo en su salario base, o el del presupuesto que ha pasado por sus manos, más de 1.200 millones de euros, las conclusiones son para echarse a temblar: ha sido incapaz de gastar 180 millones aprobados en los presupuestos municipales para invertir en los barrios. Tremendo.

En lo personal, el mandato ha servido para comprobar que el carácter extrovertido y simpático que muchos citaban como una de sus virtudes, no era más que un tópico muy bien vendido entre los medios afines, pero que ya no convence a la mayor parte de la ciudadanía.

Inés Rey, y Lage Tuñas, que tanto monta, se han pasado todo el mandato abroncando a los suyos, a los de enfrente y a los vecinos. Siempre con la descalificación en la boca y con una hoja de servicios prácticamente en blanco. Sólo atiende a los medios de comunicación afines y a los críticos nos llama “panfletos”. Muy democrático.

Inés ha laminado a tres de sus concejales de forma pública y notoria: a Juan Villoslada y Eva Acón les quitó las competencias y el primero incluso arrojó la toalla y regresó a su puesto, ganándose en el juzgado la plaza que el edil de Personal, Lage Tuñas, le intentó birlar. A la tercera, Esther Fontán, teórica amiga personal de Inés, le llegó a provocar un ataque de ansiedad por el que tuvo que ser atendida en un hospital.

Pero de actos que rozan el acoso laboral y pandillero podrían dar detalles tanto Juan Ignacio Borrego, al que usaron para conseguir sus votos en las primarias socialistas y que incluso traicionó a su socio de toda la vida para ganarse el favor de la chupipandi de María Pita, e incluso Diana Sobral, que lo sufrió en sus carnes y ahora ha hecho borrón y cuenta nueva aceptando ir en la candidatura a las municipales. Incluso a Chero Celemín le han tenido engañado durante los cuatro años con falsas promesas de continuidad que se ha visto que no eran más que las habituales trolas de los dirigentes socialistas de la ciudad.

A nivel de partido, ha colonizado la Agrupación Socialista Coruñesa con numerosas altas de procedencia curiosa y forzando la salida por hastío de buena parte de la vieja guardia del puño y la rosa en la ciudad.

La alcaldesa ha intentado toda clase de estrategias, desde hacerse la víctima con la Xunta a anunciar proyectos que nunca vieron la luz. Qué decir de la reforma de los Cantones, de la que se ha gastado más dinero en exposiciones y dibujos que en obras. De hecho, la única novedad es la colocación de unas jardineras de estética discutible. Y, por supuesto, el carril bici, con curva inverosímil a la altura de la librería Arenas.

Además, Inés Rey ha fulminado a un jefe de prensa, a un puñado de periodistas, a un jefe de gabinete despachado con patada hacia arriba y un sinfín de amigos que ya no reconocen a la otrora simpatiquísima militante socialista, reconvertida en pelotillera máxima de Pedro Sánchez para hacer olvidar su pasado de portavoz de Susana Díaz en las primarias socialistas, que entronizaron al killer de Tetuán antes de abrirle las puertas del Falcon.

Inés Rey también ha conseguido una larga lista de lamparones en su gestión: perder la conexión con Heathrow, que Alvedro sea el único aeropuerto de la red principal de AENA que no ha recuperado su nivel prepandemia, frenar la ampliación del CHUAC, bloquear el desarrollo del muelle de Batería y Calvo Sotelo, exigiendo comprar los terrenos para más tarde incumplir la palabra dada y dejar en mal lugar a la ciudad, entorpecer la construcción de la intermodal y hasta provocar la tala de los legendarios olmos del jardín de San Carlos o de varias de las palmeras de Méndez Núñez por su nefasta gestión del programa de mantenimiento de los barrios de la ciudad.

Al menos, logró dispersar el botellón del emblemático salón de estar de los coruñeses, que también han visto la renuncia de Miguelanxo Prado al frente de Viñetas, harto de no tener un euro para mejorar mientras se destinaban cientos de miles de ellos a conciertos.

Seguro que usted recuerda muchas más chapuzas y pocos logros. La Ciudad de las TIC sigue siendo una sucesión de anuncios sin empresas trabajando, la AESIA fue un bonito titular de una semana que nos costará a los coruñeses la pérdida del edificio de La Terraza sin saber aún bien para qué ni cuándo. Y no ha sido capaz Inés Rey de rematar siquiera la pasarela sobre Alfonso Molina de Pedralonga, que vino a visitar hasta una ministra, por no hablar de las obras de ampliación de Alfonso Molina. De Inés Rey no quedará ninguna placa conmemorativa, pero no por falta de ganas, sino por falta de trabajo para acabar algo que merezca la pena ser inaugurado.

En los siguientes capítulos seguiremos analizando las bondades de cada uno de los concejales que han formado parte de su gobierno durante los últimos cuatro años. De momento, en la evaluación inicial, Inés Rey se ha ganado un suspenso clamoroso.

Recordamos esta serie:

Suspenso clamoroso (I)

Suspenso clamoroso (II)

Suspenso clamoroso (III)

Suspenso clamoroso (IV)