A algunos les gustaría que las cosas, en ocasiones, fueran como ellos las cuenta y no como son en realidad, para desprestigiar al enemigo -ellos, no tienen adversarios.

Desde hace 10 años intento escribir esta columna de opinión con respeto a las ideas que no comparto, sin descalificaciones, desechando insidias y mentiras y combatiéndolas. Para conseguirlo, siempre tengo presente la idea Charles Caleb: “El mayor amigo de la verdad es el tiempo; su más encarnizado enemigo, el prejuicio y su constante compañero la humildad.”

Es frecuente que quien inicialmente crea las mentiras, lo haga porque le agradaría que las cosas fueran cómo él las ha maquinado para desprestigiar al enemigo -ellos no tienen adversarios. Para difundirlas, se benefician de la irresponsabilidad, negligencia o ingenuidad, de quienes se regodean con lo que le transmiten, porque a ellos también les complacería que fuera cierto. Son pocos los que se ocupan de verificar o contrastar las informaciones que reciben y se limitan a ”reenviar”, porque me lo ha enviado “fulanito” – que tampoco hizo ninguna comprobación.

La rápida, morbosa y maligna difusión de mentiras a través de las redes sociales -olvidemos lo de “fake news”, eufemismo y anglicismo hipócrita- provoca un grave daño a la convivencia, pues alienta el rencor, el odio y la intolerancia hasta hacerlos anidar en la mente de quienes los acogen.

Expondré algunos casos flagrantes de estas insidias, algunas ya viejas, pero que se siguen difundiendo y creyendo a “pies juntillas”. He tenido ocasión de contrastar las tres y comprobar su falsedad, según la cita que se incluye.

Recientemente se ha atribuido a la ministra Rego la siguiente frase: “El paro lo crean los que despiden y quienes despiden son los empresarios. Acabando con los empresarios se acaba con el par.” Pues bien, según parece, quien creó la frase en las redes sociales fue “Jacinta Rebolledo” -¡vaya usted a saber quién es!-, atribuyéndosela a la ministra, sin concretar dónde la pronunció, el día, el lugar,  o cualquier otra  circunstancia que pudiera ofrecer credibilidad.

Aún se sigue manteniendo en las redes sociales la insidia de que Pedro Sánchez Pérez-Castejón es nieto del que fue Capitán General de Sevilla durante el franquismo, Antonio Castejón Pérez. Algo imposible, tras comprobar los nombres de los hijos varones del general y de la única hija, el año de su nacimiento y contrastarlos con los correspondientes a Sánchez. Tal vez, el deseo de que esto fuera así, obedece a que el indicado general, siendo comandante, participó en los tristes sucesos de Badajoz durante la guerra civil (“Algunos abuelos de la democracia: Zapatero, Rajoy, Iglesias, Sánchez, Rivera”).

Increíble pero cierto. Un periodista todavía en activo escribió en El Confidencial (24-02-2006), refiriéndose al abuelo de Zapatero: “En el poco tiempo que pasó desde el inicio de la guerra hasta su fusilamiento, la práctica del tiro al blanco sobre las cabezas de sus enemigos enterrados fue una práctica habitual llevada a cabo por este hombre, que luego transmitía a sus herederos un ansia infinita de paz…” (“Algunos abuelos de la democracia: Zapatero, Rajoy, Iglesias, Sánchez, Rivera”).

Mentiras –disfrazadas con los eufemismos de incumplimiento, cambio de opinión o circunstancias diferentes-, también las encontramos en la otra banda, no incidiré en ellos, porque todos recordamos los más recientes.

Una vez más, Antonio Machado, sencillo, sin dobleces, deja claro que la verdad no es “mi”, “tu” o “su” verdad, porque la verdad no es patrimonio de nadie; la verdad es un absoluto, que tiene vigencia incluso para quienes rechazan admitirla: “La verdad es lo que es/y sigue siendo verdad/aunque se piense al revés.”

La mentira se aborrece, el error se disculpa o perdona y la verdad, sencillamente, se acepta, porque, de no hacerlo, se impone por sí misma.