Reflexiones sobre las elecciones gallegas desde Río de la Plata.

Escribo estas líneas desde la región del Río de la Plata, a donde he venido a pasar unos días. Y no, no he venido a carretar votos, que ya ha habido algún malintencionado que me lo ha insinuado. He venido a conocer y a disfrutar de un territorio con el que los gallegos seguimos teniendo muchísimo en común. Más de lo que pensamos, incluso.

Ha sido cuando menos curioso seguir las elecciones gallegas desde el otro lado del charco. Quizá sea por la distancia o porque los interlocutores, con los que hablas del tema, son muy diferentes de aquellos con los que hablaría si estuviese en mi tierra, pero lo cierto es que todo se ve de una manera distinta. Por lo general, la distancia le sienta bien a la perspectiva.

Tras conocer los resultados de las elecciones a última hora de la tarde del domingo, ya que aquí tenemos cuatro horas menos, dos son las valoraciones que se me vinieron de inmediato a la cabeza y que me gustaría compartir.

Galicia no ratifica la política nacional que está llevando a cabo Pedro Sánchez y no aprueba esos devaneos, aunque eso pudiese suponer algún beneficio para los gallegos.

La primera es que Galicia no ratifica la política nacional que está llevando Pedro Sánchez. Galicia y los gallegos han dejado claro que no apoyan los devaneos del líder socialista con la amnistía y con los independentistas y ha castigado duramente al PSdG por ello.

La segunda consideración es que Galicia no aprueba esas políticas ni siquiera sabiendo que si las apoyase quizá podría beneficiarse. Supongo que tiene ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra manera honesta de ver las cosas y el mundo. Estoy seguro de que en otros territorios quizá hubiese primado más el interés, teniendo en cuenta que, apoyando a quien gobierna en el Estado, se puede sacar un mayor partido. En Galicia, no. Y no porque no sepamos que la realidad es esa y que efectivamente podríamos beneficiarnos con un “gobierno amigo”. Pero, sencillamente, eso no va con nosotros. Y a los resultados de ayer me remito.

Con una España unida podemos conseguir lo que nos propongamos y si nos enredamos en peleas cainitas, perderemos peso en Iberoamérica.

Como he dicho antes, la distancia te hace ver las cosas desde una perspectiva diferente. Y si de algo me he dado cuenta en los días que llevo en esta maravillosa región del Río de la Plata, es que con una España unida podemos conseguir lo que nos propongamos. Si vamos de la mano, somos fuertes. Sin embargo, si nos enredamos en peleas cainitas no haremos sino perder peso en Iberoamérica. Porque aquí nada se entiende –ni seguramente les importa- de nuestras luchas internas. Simplemente les llega la imagen de una España cada vez más débil y convulsa.

Y así, mientras nos peleamos entre nosotros, llegan otros desde fuera y nos roban la cartera y la posición. Leía estos días en el principal diario de Uruguay que después de 50 años, Italia y Montevideo vuelven a tener una conexión directa. También leí no hace mucho que Milei estaba de visita en Italia. En España, por el contrario, al nuevo presidente argentino ni se le invita ni se le espera. Y mal hacemos en descuidar nuestros intereses y nuestras oportunidades de negocio en esta región. Gobierne quien gobierne, Argentina es un país de oportunidades. Y otro tanto se podría decir de Uruguay. España no puede de ninguna manera perder la presencia ni la influencia que ha tenido en este territorio. Y Galicia bien sabe lo importante que es, porque ha emigrado.