En 1864, Joly escribió “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, que demuestra lo sencillo que puede ser convertir una democracia liberal en un régimen autoritario sin necesidad de abolir las instituciones representativas.
Ante las explicaciones de Maquiavelo, Montesquieu, horrorizado, reconoce que está en lo cierto: la astucia sin escrúpulos y la apatía política del pueblo pueden aliarse para corromper una democracia liberal.
La Transición del 78, de la que una mayoría nos sentimos orgullosos, ha pasado por diversas pruebas: el 23F y la corrupción que afectó a los grandes partidos que fue abortada por el poder judicial, todavía con crédito. Pero ahora nos falla la tercera pata de la tríada: el mismo poder judicial que puso coto a la corrupción nos falla ahora estrepitosamente. La corrupción política basada en la colonización de las instituciones es el peor de los delitos que se pueden cometer desde la legalidad.
Comentaba el político con cara de niño y dirigente de Más Madrid, Sr. Errejón, el político que en ocho años ha tenido hasta tres carnets de distintos partidos, que “hay que colocar en puestos claves a los nuestros para que cuando volvamos podamos seguir igual”. Aunque le supera, Yolanda Díaz al confluir, en cinco siglas, en solo una vida: IU, AGE, En Marea, En Común y, finalmente, Sumar, que no es más que Unidos Podemos después de estar, salir y para volver a estar. Es decir, asumen que pueden perder el poder, pero no admiten que la democracia no les pertenece y todo el empeño se centra ahora en lograr que Irene Montero continue pisando esa moqueta que tanto repudiaba y que al final tendrá que abandonar.
Los ciudadanos ya nos hemos acostumbrado a los vaivenes más estrambóticos y a las frases rimbombantes sin otro mensaje que la vanidad y el populismo. De aquel Tic..tac..tic…tac… ya nada queda ni siquiera la coleta y lo de “conquistaremos los cielos” no pudo ser, ya que el Falcon estaba ocupado constantemente. El sí es sí, la desaparición de la sedición y malversación no solo es achacable a una parte del Gobierno, sino al conjunto del mismo y de todos los que en el Congreso lo apoyaron.
Y para finalizar y cerrar la fiesta, el fiscal general del Estado ha consumado uno de los ejercicios de arbitrariedad más conocidos en España al designar, contra el criterio mayoritario del Consejo Fiscal, a Dolores Delgado, su amiga personal y antigua jefa, primera fiscal de Sala de Memoria Democrática. De este modo, concede a Delgado la máxima categoría de la carrera a través de un ‘dedazo’ que la mayoría de sus compañeros rechaza abiertamente.
Como escribía al principio que la falta de moralidad política y apatía ciudadana no nos impida acertar en nuestra elección el próximo día 23 y que la democracia auténtica vuelva a imponerse a través de las urnas…
Aunque sea en julio y con 40 grados.