A estas alturas, ustedes que leen semanalmente esta sección, saben de sobra de qué va eso de la política. Y no es precisamente de mejorar la sociedad y las vidas de la gente, que es lo que cabría esperar. No. La política, por lo menos la actual, va de monopolizar el poder, de hacer de las tuyas, de colocar a tu parroquia y de tratar de salir indemne de todo eso.
Es más que probable que el hecho de contarlo una y mil veces no sirva para casi nada. Que nada vaya a cambiar por retratar a quienes así entienden el ejercicio de una actividad que debería estar al servicio de todos. Pero, desde luego, lo que no sirve absolutamente para nada es callarlo. Bueno, sí. Sirve para que esos políticos se sientan aún más poderosos e intocables, para que se vengan aún más arriba. Así que, con la esperanza de que a lo mejor algún día todo lo dicho tenga alguna consecuencia y se vayan consiguiendo cosas, aunque sea muy poco a poco, yo procuro cada semana dejar a aquí mí personal retrato de la infamia que nos rodea y que tanto nos castiga.
Viene esta disertación previa a cuento de la actitud mantenida por el BNG durante el debate de investidura de Feijóo, en el que votó en contra del candidato popular, y de la farisea y cobarde postura que con toda probabilidad mantendrá en el debate de investidura de Sánchez, en el que, también con toda probabilidad, votará a favor.
El 3 de enero de 2020 el PSOE y el BNG firmaron un acuerdo (que pueden consultar en newtral.es) por el que el único diputado nacionalista en el Congreso se comprometía a votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez a cambio de que el entonces candidato y su futuro Gobierno pusieran en vigor una serie de medidas –siete puntos contemplaba el documento firmado por Adriana Lastra y Ana Pontón- que, se suponía, iban a beneficiar al conjunto de los gallegos.
Pues bien, el BNG cumplió con su parte y votó a favor de la investidura de Sánchez. Pero de aquellos siete puntos comprometidos en el acuerdo, el gobierno socialista nunca más quiso saber. Cuestiones que allí se citaban explícitamente, como la transferencia de la AP-9, la gratuidad total de la misma, la modernización de la red interior ferroviaria gallega, el saneamiento de las Rías, el liberar la factura de la luz de cargos que no tengan relación directa con el funcionamiento del sistema eléctrico, la reducción de la factura energética en las industrias electrointensivas, el refuerzo de la agenda industrial gallega o la derogación de la Ley Mordaza, entre muchas otras medidas, quedaron en papel mojado.
Ante este flagrante incumplimiento, por no llamarlo directamente humillación, lo normal -si no fuera porque la cosa, como dije al principio, va de sillones- sería que el BNG rompiese todos sus acuerdos con el PSOE a nivel nacional, provincial y municipal. “Tú no cumples tu palabra, yo te digo adiós”.
Pero, por desgracia, eso no va a pasar. Al contrario. Estoy seguro de que el BNG volverá a agachar las orejas, a meter el rabo entre las piernas y a regalar de nuevo su voto a favor de Pedro Sánchez, a pesar de que se ha reído en su cara durante cuatro años. Y, por extensión, en la de todos los gallegos.