Se necesita modulación para no matar mosquitos a cañonazos, porque parece más inteligente controlar la plaga sin provocar otros destrozos.
Estamos habituados a escuchar eso de que “Dios aprieta, pero no ahoga”, y sin embargo, desde hace unos años la sensación que sentimos muchos es más próxima al miedo que a sentirnos amparados.
Y es que cuando hablamos de proporcionalidad, nos referimos a esa modulación necesaria para que nuestras acciones no consistan en matar mosquitos a cañonazos, porque parece más inteligente controlar la plaga sin provocar otros destrozos. Sobran ejemplos a lo largo de la historia de aplicar eso de “muerto el perro, se acabó la rabia”.
En estos pasados meses estamos siendo testigos de cómo actúa el Estado de Israel contra el grupo terrorista Hamas. Con tremenda brutalidad, a pesar de estar lleno de civiles. Desproporción, sin duda, más que restauración del Orden.
Pero igualmente se me ocurren asuntos menos dramáticos, aquí mismo. Cuando el ministro Montoro, ante desmadres generalizados, impuso un sistema de contratación pública que anquilosa la administración. Eso es desproporción. Cuando cuesta más el trámite administrativo que el servicio, es probable que lo que esté en riesgo sea el servicio.
Uno tiene la sensación de que estamos involucionando y que, lejos de sentirnos más protegidos, todo se ha vuelto más salvaje, invasor, intolerante, poco respeto al distinto, mucha agresividad hacia el que progresa
Otra podría ser cuando la acción legisladora o la labor inspectora se convierten en destructores del movimiento o abusona en la información, medios y plazos exigidos. Ese ejercicio poco proporcional entre fines y medios solo trae desincentivo a la actividad. Desgraciadamente, hoy el miedo lo inunda todo.
Uno tiene la sensación de que estamos involucionando y que, lejos de sentirnos más protegidos, todo se ha vuelto más salvaje, invasor, intolerante, poco respeto al distinto, mucha agresividad hacia el que progresa. Ciertamente desmotivante.
Y, ¿qué me dicen de lo pellets? No tienen la sensación de que todo es una desproporción. Porque no voy a negar bisoñez por parte de la Xunta, pero, pretender culpabilizar a Rueda de lo ocurrido solo se puede entender por el momento electoral y la necesidad de tapar otras vergüenzas.
Cuando la exageración, la exigencia desmedida, los deseos de sangre, el oportunismo irresponsable o el afán recaudatorio se instalan como nueva normalidad, es probable que se esté abriendo la ventana a tentaciones de quemarlo todo y a que situaciones como las que estamos viendo en países hermanos se puedan reproducir aquí.
Así que mucha reflexión y contención a todos, que otros ya recorrieron este camino con muy malos resultados.