Mi artículo de hoy empieza, en su etapa contemporánea en el año 1979, cuando un desconocido Severiano Ballesteros (alias “SEVE”) ganó su primer “major”(gran torneo de golf).
Luego vimos normal que repitiese, y oíamos a los ingleses pronunciar su nombre con esfuerzo: “Balesterous”. Empezamos a escuchar a los reporteros hablar de golf (…¿que es eso…?), y en seguida aprendimos que existía un campeonato emblemático a nivel mundial: el Masters de Augusta, que también lo ganaba nuestro Seve, en 1980 y 83.
Nos hacía gracia aquello de que al ganador le distinguieran con una chaqueta verde, mientras que al mundo anglosajon (cuna del golf) le parecía que Seve era un marciano /superman.
Sin complejos, Seve lideró al equipo europeo de la Ryder Cup (competición que enfrentaba a los jugadores nortamericanos contra los del resto del mundo) tras muchos años en los que los americanos ganaban de forma holgada. Severiano logró cinco veces levantar la Ryder Cup, y casi 50 años después de su primer british open, está considerado el mejor golfista de la historia, y nadie duda hoy, que Pedreña está en Cantabria.
Sin que tenga mayor relación, me voy a 2003, cuando, desde Hungría, escuchamos hablar por primera vez de un tal Fernando Alonso, y en una disciplina tan poco conocida como la Fórmula 1.
Lo que parecía una anécdota similar a la de Paquito Fernández Ochoa, se convirtió en costumbre, y empezamos a ver las carreras los domingos, en lugar de ir a tomar el aperitivo con los amigos. Y es que carrera sí, y la siguiente también, Fernando “hacía Podium” hasta el punto que en dos ocasiones: 2005 y 2006, gana el Campeonato mundial de Formula 1.
Fernando hacía coincidir su primer mundial con la victoria de Rafael Nadal en Roland Garros, (Tenis. ¡por fin un deporte que conocíamos!) Lo que de nuevo nos parecía la anécdota de un chaval (19 años), se convirtió en una costumbre, de manera que gana ese gran torneo tantas veces, que en París deciden ponerle su nombre a la pista central del club. Y todo el mundo lo comprende. Por el medio, “caen los campeonatos de Wimbledon, el open USA, el Open de Australia (es decir, completa el “gran Slam”, además de multiplicar trofeos “menores”, durante los últimos veinte años.
RAFA es, además el prototipo de novio ideal que cualquier madre querría para su hija (respetuoso con los rivales, humilde, educado…), y entre sus partidos podemos recuperar los épicos frente a su máximo rival- y a pesar de ello, amigo- Roger Federer, y además se casa con su novia de toda la vida. (Recuerdo a mi suegra pedir silencio en el Salón mientras”Rafa” jugaba su enésima final).
Mientras hablábamos de Ballesteros, no nos dimos cuenta de que una generación más tarde, un tal Jon Rahm -vasco- se hace con el número uno del mundo en la clasificación amateur, durante 60 semanas, lo que supone un récord mundial nunca superado.
Por su parte, en Fórmula 1, nos hemos acostumbrado a que un Carlos Sainz procedente de familia del mundo de los rallyes, figure en las quinielas de futuro Campeón del Mundo.
Para terminar, la noticia de la próxima despedida de Rafa, nos duele un poco menos al ver salir a la pista a Carlos Alcaraz, que no lo hace como promesa, sino directamente como campeón a batir.
Esta historia me lleva a una reflexión. Si España equivale, en tamaño, a uno de los 50 estados de EEUU; ¿qué tenemos en España para que broten los campeones de esta manera?
Alguien me dijo hace años que los asiáticos son grandes trabajadores y son capaces de lograr que toda una población fuera notable, pero no lograban ninguno “sobresaliente”.
Nosotros, llenos de complejos y problemas de identidad, somos el reino de los sobresalientes.