Tras comprobar el calamitoso estado de la Finca de los Mariño, de la DOMUS, del Aquarium y del entorno de la Torre de Hércules, hoy seguimos el recorrido por la Ciudad Deportiva Arsenio Iglesias y su entorno, el museo Luis Seoane y el jardín de San Carlos.

Tras la primera etapa del preocupante recorrido por la ciudad, nos habíamos quedado al pie de nuestra incomparable Torre de Hércules para iniciar la segunda etapa de paseo y “reconocimiento” de la cruda realidad.

Sobra decir que la Ciudad Deportiva “Arsenio Iglesias” sigue presentando innumerables déficits de los que se quejan usuarios y visitantes; pero como el desgobierno municipal enfrenta las necesidades a golpe de quejas y según sople el aire, en lugar de contar con un proyecto estructurado en tiempo, presupuesto y necesidades deportivas, así estamos. Pero no hay dinero.

Justo al lado de las dependencias deportivas, encontramos un solar abandonado y de aspecto del todo inadecuado, para situarse geográficamente en la inmediatez de un monumento Patrimonio de la Humanidad; ya habrán adivinado que me refiero a esos terrenos ocupados por algunos pequeños galpones, al parecer destinados a reparaciones o almacenaje de chatarra, y todo ello en medio, otra vez, de un selvático entorno. Algo así merecería la intervención inmediata que evitase las caras de asombro de turistas y de sonrojo de coruñeses. Pero no hay dinero.

Foto. Inés Rey ha remodelado su gobierno para otorgarle aún más poder a Lage Tuñas y atascar todavía más la gestión municipal

Continuando por el Paseo Marítimo nos topamos con esa “maravilla” de parque infantil en el que bate el nordés como si quisieras iniciar el vuelo en parapente; ese parque que llevaba poco más de un mes inaugurado cuando ya presentó deficiencias que obligaron a cerrarlo temporalmente para su reparación; ese parque que forma parte de una pretendida naturalización de la zona, en la que todo lo que inicialmente era verde ya empieza a lucir mustio y vacío. Quizás puestos a humanizar la zona, hubiera sido conveniente poner riego y especies más idóneas, por no hablar del mantenimiento. Pero no hay dinero.

El museo Luis Seoane necesita reparaciones urgentes, la muralla que rodea el jardín de San Carlos tiene riesgo de caerse y los olmos han sido talados debido a la desidia de la regidora municipal

Llegamos por fin a la altura del Museo de Bellas Artes Luis Seoane, obra de los arquitectos Carrasco y Creus, que visto desde el Paseo Marítimo ya le hace imaginar a uno cómo se encontrará su interior, si su exterior se encuentra tan deslucido. ¿Se imaginan ustedes el Reina Sofía o el Thyssen de esa guisa? Yo no; evidentemente las reparaciones son de todo punto urgentes. Pero no hay dinero.

En este lugar, el paseante puede escoger entre subir por la cuestecilla que le lleva hacia el Museo Militar, el Archivo del Reino de Galicia y el Jardín de San Carlos, o seguir por el Paseo dejando a la izquierda nuestro espléndido Castillo de San Antón y bordeando el mar hasta el Parrote. ¿Pero por qué renunciar a cualquiera de ellos?

Sigamos primero nuestra ruta por la cuesta que bordea el Hospital Abente y Lago y comprobaremos que algo ya no sobresale de la imponente muralla del romántico Jardín de San Carlos: la frondosidad de unos impresionantes olmos, que le convertían en el último exponente de esa especie arbórea en España. Desde sus portones cerrados desde hace ya muchos meses, podremos comprobar que ya nadie lucha contra la grafiosis y que las promesas de zanjas y nuevos tratamientos se han quedado en nada. Nada se ha hecho desde hace muchísimo tiempo y hoy sólo vemos un buen número de árboles agonizantes en un jardín abandonado, donde hasta el mismísimo Sir John Moore se abatiría al comprobar en qué entorno reposa. Ya de nada valen las palabras del General Wellington: “Españoles, dedicaos a imitar a los inimitables gallegos”. En este caso, mejor no. Quizás ya sea tarde y habrá que pedir responsabilidades por la destrucción de un patrimonio histórico y cultural de esta trascendencia, pero ese jardín clama por una urgente intervención. Pero no hay dinero.

Foto. La ausencia de mantenimiento de parques, jardines, calles y vías en toda la ciudad es vergonzosa

Tampoco los restos de nuestras murallas defensivas situadas entre la estrecha acera y el aparcamiento del Hotel Finisterre, corren mejor suerte, llenas de arbustos y charcos en su base, pasan sin pena ni gloria a los ojos del viandante. Pero no hay dinero.

Por el paseo que bordea la bocana del puerto, podemos observar el deterioro del ajardinamiento que delimita el carril bici del propio paseo y la ausencia total del cacareado adecentamiento de zona para bañistas. Pero no hay dinero.

Quiero detenerme un momento para poner de manifiesto déficits que nos vamos a encontrar a lo largo del Paseo Marítimo -y seguramente en parques, jardines, calles y vías- todos ellos achacables a la ausencia del más mínimo mantenimiento:

    • Los mil modelos de bolardos que delimitan el carril bici y que presentan un estado deplorable;
    • La ausencia de fuentes o el nulo funcionamiento de estas, olvidando por completo los adaptados a personas con movilidad reducida o los bebederos para las mascotas.
    • Los bancos lucen en la mayor parte de las veces sucios por falta de un buen manguerazo a presión.
    • El firme de la calzada es de todo menos firme, y uno se ve sorteando los deslizamientos encima de las vías en la curva frente a la fuente de los Surfistas, o bailoteando dentro del coche al son de grietas y agujeros.
  • La cantidad de baldosas levantadas o rotas ya es “marca de la casa”, los tropezones y caídas en ellos son el pan nuestro de cada día, y para qué recordar la suciedad incrustada en ellas. Pero no hay dinero.

Otra asignatura pendiente son los aseos públicos, tan necesarios como servicio público para muchas personas mayores

Como alguno de esos paseos los disfruto en compañía, entre otros, de mi suegro y la edad no perdona, me gustaría también referirme a la tipología, ubicación y estado de los escasos aseos que se encuentra uno en todo el Paseo Marítimo:

    • Están situados muy alejados unos de otros y carecen de señalización;
    • Los estrechos y sucios aseos-horno, más propios de fiestas y saraos, no son los más adecuados para situarse en la cercanía de monumentos como el Castillo de San Antón, el Millenium, la Torre o la fuente de la Virgen del Carmen en el Parrote. Los aseos de obra y autolimpiables, siendo los más apropiados e higiénicos, son precisamente la excepción; 
  • Aprovecho ya para evidenciar que espacios como el parque de Santa Margarita, el de Bens, el de San Diego, el de San Pedro o el mismísimo Jardín de Méndez Nuñez, ni poseen número suficiente ni modelo adecuado. Pero no hay dinero.

Sé que queda mucho por contar, y que este relato por entregas de un paseo por nuestra Marinediña pueda llegar a ser cansino, pero créanme si les digo que lo hago porque sigo sin entender cómo las reiteradas denuncias de vecinos, de grupos de la oposición y de comerciantes sobre necesidades lógicas y sencillas, que se pueden reducir a una única palabra mantenimiento, sólo obtienen por respuesta no hay dinero, y que luego nos enteremos que han quedado millones y millones de euros del presupuesto municipal sin gastar. Alguien me lo tiene que explicar, porque no lo entiendo.