Me pregunto qué pensarán ese puñado de misioneros que han dedicado sus vidas a defender y ayudar a los más desfavorecidos y olvidados, de que el Papa pida perdón por un trabajo como el suyo.
Javier Rodríguez-Losada Boedo
Católico perplejo
Me parece muy bien eso de pedir perdón. No sólo es un acto que refleja la humildad de quien lo pide, si no que supone el reconocimiento del daño causado al perjudicado o perjudicados, reconociendo la responsabilidad por el daño, como primer paso al resarcimiento de este.
Pero, para mí, pedir perdón va más allá de la pronunciación de la “palabra mágica”; es necesario concretar el motivo por el que se piden disculpas, y hacerlo por igual a todos los perjudicados (de otro modo, será caer en una injusticia).
Es por ello, que las últimas peticiones de perdón del Papa Francisco me tienen despistado. Pide Su Santidad disculpas por el papel de la Iglesia (de los misioneros en concreto, se entiende) en la conquista de América.
Incluso los que no somos historiadores, sabemos que, junto a los conquistadores, viajaban misioneros de diferentes congregaciones, con la vocación de evangelizar a las poblaciones indígenas que se preveía encontrarían en el nuevo mundo.
Los misioneros tenían como objetivo fundar una red de misiones que se ocuparían de cristianizar, pero también educar y dar a conocer las normas de la organización española y contribuir a la pacificación y entendimiento entre indígenas y conquistadores
Los propios conquistadores eran reconocidos por la Iglesia como cristianizadores, hasta el punto de que, en 1508 el papa Julio II declara que el Rey de España sería jefe de la Iglesia en España y su imperio y, como tal, difundiría el cristianismo entre los pueblos nativos (bula Universalis ecclesiae), estableciendo misiones en el nuevo mundo.
En este escenario, los misioneros eran parte de las expediciones, con objetivo de fundar una red de misiones que se ocuparían de cristianizar, pero también educar y dar a conocer las normas de la organización española y, en definitiva, contribuir a la pacificación y entendimiento entre indígenas y conquistadores. Los primeros, con organización y costumbres casi paleolíticas (recolectores-cazadores) y los segundos; medievales.
El Rey fundó el “Patronato Real de las Indias”, que confirmaba el apoyo de la corona a esta organización, a la vez que el control de las misiones por parte del imperio español. Este Patronato también nombraba a los altos cargos y funcionarios, virreyes y arzobispos de los territorios del nuevo mundo, lo que da una idea de la estrecha alianza corona/iglesia en una causa común, en la que se mezclaba religión, política y economía.
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Foto. Participaron en la fundación de misiones las ordenes de los carmelitas, los franciscanos, los dominicos y los agustinos, mercedarios, trinitarios, los jerónimos, y los jesuitas.
A medida que los conquistadores avanzaban, se levantaban “Misiones” y, en ocasiones, pueblos o ciudades. Entre todos los misioneros, destacó el franciscano Fray Junípero Serra, que fundó nueve ciudades (la más popular, la actual Los Angeles). Fray Junípero Serra sería beatificado por Juan Pablo II en 1988, y canonizado en 2015 por el actual Papa Francisco. El mismo que pidió perdón por el papel de la Iglesia en la conquista de América.
El escenario no puede ser más confuso: diferentes Papas a lo largo de la historia elogian, o incluso involucran a la Iglesia católica en la ocupación y organización del nuevo mundo: el proceso de conquista y ocupación del “nuevo mundo” por parte del Imperio Español, y beatifican y canonizan al misionero más representativo de esta etapa histórica. Por otro lado, el mismo Papa que canoniza (declara santo a Fray Junípero Serra), pide perdón por lo que hizo él y otros misioneros.
Puedo afirmar, sin temor a faltar a la fe o a la iglesia que, en este caso, al pedir perdón por la labor de los misioneros, el Papa Francisco está equivocado
Me cuesta entenderlo. Me cuesta entender, además, que esta solicitud de perdón se olvide de todos los españoles de la península sometidos a la tiranía de la red de Monasterios y Catedrales que compartían con los nobles la explotación y represión de la población, esquilmándola con impuestos y manteniéndola sometida a sus intereses.
A mí me cuesta entenderlo. Pero no sé qué pensará mi primo Carlos; hace unos cuarenta años decidió abandonar el ritmo de vida del “mundo desarrollado”, y decidió cambiar una prometedora carrera profesional para dedicarse a difundir el Evangelio entre los pueblos olvidados de la selva centroamericana. Apenas regresaba a España una vez al año, y puntualmente visitaba a mis padres, que le tenían un gran cariño.
”Carliños”, como siempre le llamaron, contaba en sus visitas como se movía en burro por la selva para atender a una docena de tribus dispersas por la selva, en un territorio que a veces era Honduras, El Salvador o Nicaragua, en una época en la que tuvo que convivir con la represión de los respectivos ejércitos, la “contra” y los comandos extranjeros defensores de los intereses de multinacionales, que pretendían el acceso y control a los recursos naturales del territorio. Para todos ellos, el trabajo de los misioneros (que además de evangelizar, formaban y mejoraban las condiciones de vida de los indígenas) era un obstáculo para sus objetivos y, por tanto, un objetivo militar a perseguir, como lamentablemente se demostró con el asesinato de Monseñor Romero (1980), o la masacre del grupo de jesuitas encabezado por Ignacio Ellacuría (1989) en la Universidad jesuita Centroamericana.
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Foto. Existen muchos episodios de la Iglesia Católica por los que hay que pedir perdón, como el de la etapa de la Inquisición
Carliños vivía escondido y formó parte durante décadas de una iglesia que se puso del lado de los más débiles en ese territorio salvaje, en el que sobrevivir era un reto. Me pregunto, insisto, qué pensarán ese puñado de misioneros que han dedicado sus vidas a defender y ayudar a los más desfavorecidos y olvidados, de que el Papa pida perdón por un trabajo como el suyo.
Personalmente, creo que ese “ejercicio de humildad” tenía donde escoger, pues la historia de la Iglesia Católica es muy larga, y está repleta de luces y sombras. En la misma época que se colonizaba América, la Inquisición imponía un brutal sistema de persecución y “ajusticiamiento”, que bien merecía una solicitud de perdón para el que lograría una postura unánime. Por otro lado, si se trataba de solicitar un perdón por algo localizado en América, la postura de la Iglesia Católica en los levantamientos y posteriores dictaduras sudamericanas podría lograr igualmente una postura unánime, salvo en el caso de la CIA.
Educado en el catolicismo, no pretendo originar una discusión, o faltar al Santo Padre, pero recordando lo que me enseñaron; la “infalibilidad papal” se limita a circunstancias concretas y limitadas; el Papa habla ”excathedra” cuando se refiere a verdades relativas a la fe o a las costumbres. Es decir; puedo afirmar sin temor a faltar a la fe o a la iglesia que, en este caso, al pedir perdón, el Papa Francisco está equivocado. Se contradice y contradice a Pontífices anteriores.