Ya no recuerdo cuantas veces reformas hemos visto los vecinos de San Andrés y estoy seguro de que ésta no será la última. Nadie ha sido capaz de dotar de un pavimento y unas aceras a la altura de esta zona emblemática de la ciudad, pero es que ahora han optado por el hormigón puro y duro, sin que nadie proteste.
El problema viene cuando, una vez rematada la pavimentación de la calle Sol, observamos despavoridos que las aceras siguen destrozadas. Ya puestos, podrían echar hormigón tanto en aceras como en la calzada y no dejar estos trozos de acera deteriorados, que son un riesgo para los peatones, sobre todo para los más mayores.
Otra gran chapuza, una más, de este esperpento de gobierno municipal.