Si hay algo que caracteriza a las de las bragas moradas, así como a gran parte de sus compañeros, es su amplia trayectoria profesional en el nada noble arte de no haber dado un palo al agua. Gracias a un sistema que –según ellas– es necesario derrocar con urgencia y cambiar por completo, han conseguido, en tiempo récord y sin apenas despeinarse, pasar de tener unos salarios humildes a embolsarse unas retribuciones anuales de casi 80.000 euros. Este es el caso de Ione Belarra que, en sólo siete años, ha dejado de ser becaria en un ministerio del Partido Popular para situarse, nada más y nada menos, al frente de uno. Parece ser que cuando se viaja en el cohete social de la política, milagrosamente, el ascensor social ya no está tan estropeado y la casta ya no es tan casta.
No cabe duda de que a ojos de los personajes morados resulta más digno de elogio el volar en primera clase en EsMejorVivirDelCuentoACostaDelCiudadano Airliness que desplazarse a pie por las largas e inseguras calles del emprendimiento y del sector privado, pues sólo así podrían explicarse las últimas declaraciones vertidas por Ione Belarra en un acto de precampaña en Madrid en las que directamente carga contra Amancio Ortega calificándolo de usurero y antipatriota. Por lo visto, para Ione Belarra sería menos usurero y más patriota el hecho de haber percibido casi 320.000 euros durante estos cuatro años de Gobierno con un currículum de aire a costa del erario que haber construido desde cero todo un imperio textil que emplea a más de 100.000 personas en todo el mundo.
En su intervención, la líder de Podemos, después de afirmar que “los grandes empresarios se están haciendo de oro con la crisis”, haciendo gala de su terraplanismo económico, terminó sentenciando que “son sus ingresos millonarios los que hacen crecer la inflación”. Tras esa hilarante explicación de la inflación propia de un Doctor en Economía como Eduardo Garzón, fiel a su política de señalamiento a los empresarios, no dudó en arremeter contra el empresario gallego al afirmar que “es indecente que una empresa como Inditex, que está fundada por Amancio Ortega, que hizo beneficios millonarios récord en 2022, tengan que hacerle huelga las trabajadoras para conseguir un aumento salarial”.
Sin duda, el sensor de la decencia de Ione Belarra necesita sin falta una reparación porque, si de hablar de algo indecente se trata, podríamos recordarle a la ministra que la Ley del “Sólo sí es sí” ya roza el millar de rebajas de penas y más de un centenar de excarcelaciones. Sin embargo, parece ser que la nueva forma de hacer política que traía su formación no pasaba por asumir responsabilidades, sino por traer al escenario político español el discurso de odio contra los que producen y generan riqueza.
Cabe señalar que es cuanto menos curioso que la ministra no reaccione de la misma manera cuando es el Estado el que obtiene una recaudación récord en 2022 a causa de la inflación. Aplicando su pueril razonamiento, el mismo Gobierno del que ella forma parte podría calificarse de usurero, ya que, por ejemplo, en la Administración de Justicia los funcionarios han convocado diversas huelgas solicitando subidas de sueldo: primero los Letrados, actualmente los auxiliares y el próximo 16 de mayo los jueces y magistrados.
No es de extrañar que a la ministra Ione Belarra no le moleste que el Estado aumente sus ingresos a costa del expolio a sus ciudadanos por culpa de un Gobierno que se niega a deflactar el IRPF, pero sí que le perturbe que una empresa privada sea rentable, pues milita unas ideas que están construidas sobre el rechazo hacia aquellos que crean riqueza y bienestar en la sociedad.
Ella todavía no se ha enterado, porque la envidia y el rencor hacia el exitoso le nublan el juicio, pero el único pecado de Amancio Ortega ha sido el ofrecer bienes y servicios de mejor calidad y a mejor precio que su competencia, y así lo demuestran los millones de personas que, voluntariamente, día tras día adquieren productos del Grupo Inditex. En su ensoñación, Ione Belarra considera que lucha contra los poderosos, pero lo que no termina de comprender es que en su cabeza los roles están invertidos: uno puede decidir dejar de comprar en Zara –es más, todos los españoles podrían decidir no comprar en sus tiendas y llevar a la compañía a la quiebra–, pero, bajo ningún concepto, uno puede dejar de pagar impuestos y cotizaciones.