Más de 1.600 científicos, agrupados en la fundación Climate Intelligence, firmaron la Declaración Climática Mundial que pone en duda muchos dogmas del comité de expertos de la ONU sobre el cambio climático.
Jesús de la Iglesia Barrientos.
Mucho antes de que Greta Thunberg nos leyera su beligerante discurso en la sede de la organización de Naciones Unidas, con ocasión de la cumbre del clima de 2019, sabíamos que este momento iba a llegar. Ante el grito de “¿cómo os atrevéis?” (“how dare you”) todo el mundo se estremeció.
¿Quién le va a llevar la contraria a una niña enfadada a hombros de las élites mundiales?
La relación entre los gases de efecto invernado y el cambio climático se estableció oficialmente en un informe elaborado por el particular “comité de expertos” de la ONU, allá por el año 1988. El IPCC, que es como se hace llamar dicho comité, ha redactado su particular catecismo por el cual, a base de repetir una y otra vez sus conclusiones a modo de mantra, han calado en el mundo occidental, muy particularmente en Europa.
Los científicos de la Declaración Climática Mundial proclaman que “la ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas”
Toda voz crítica era rápidamente silenciada y nadie osaba expresar su opinión ante el riesgo de ser declarado negacionista, que es como se llama ahora a los herejes de la nueva religión climática. Pero la disidencia a este consenso parece haber perdido el miedo y en agosto del año pasado, más de 1.600 científicos, agrupados en la fundación Climate Intelligence (CLINTEL), entre los que se incluyen dos premios nobel, firman la Declaración Climática Mundial.
La esencia de esta declaración proclama que “la ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas. Los científicos deberían abordar abiertamente las incertidumbres y exageraciones en sus predicciones sobre el calentamiento global, mientras que los políticos deberían contar desapasionadamente los costes reales, así como los beneficios imaginarios de sus medidas políticas”.
Estos científicos afirman que existen multitud de factores naturales que influyen en el clima de la Tierra, que el calentamiento es más lento de lo que se proclama y que no influye en el aumento de las catástrofes naturales
Este grupo de científicos, ahora sí, se atreve a afirmar que además de los factores antropogénicos, existen multitud de factores naturales que influyen en las fases del clima en la Tierra, que el calentamiento se produce a un ritmo infinitamente más lento que el previsto por el IPCC, cuestionando sin tapujos sus modelos de predicción. Así mismo, declaran el excesivo papel que se le otorga al CO2, así como niega que el calentamiento haya influido en el aumento de las catástrofes naturales.
Europa supone tan solo el 6,7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y, sin embargo, sus políticas son muchos más restrictivas que los países verdaderamente contaminantes
Europa se sigue considerando a sí misma el ombligo de la humanidad y parece no ser consciente de que de nada vale que ella sola cargue con la pesada y ficticia mochila de CO2, que apenas supone una pequeña parte del supuesto problema.
Europa (EU 27) supone apenas el 6,7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global ¿Por qué los políticos europeos se han empeñado en salvar un planeta, que de ninguna manera está condenado a nada, sacrificando el bienestar de sus gentes y la prosperidad de sus naciones?