Mientras en este país no se elimine la palabra nosotros y se cultive la palabra todos, corremos el peligro de convertirnos en la nueva Venezuela.

Sí, ya sé que es la que es la forma que, en nominativo o precedida de preposición, designa a las personas que hablan o escriben, o sea tú o yo somos “nosotros”. Pero sucede que para algunos “otros”, nosotros somos los fachas, los de la derecha extrema, los que deseamos que cuanto peor mejor. Es decir, “nosotros” somos los malos. 

Opinar y escribir en las redes sociales en contra de una determinada opción política, que actualmente está gobernando este país, nos sitúa en un marco en el que los defensores de las mentiras políticas y de los pactos antinatura, aunque sean legales, nos convierte en antidemócratas por no aplaudir algunas de las decisiones adoptadas y que nunca habían sido propuestas en su programa electoral, defendiendo todo lo contrario de lo que ahora se trata de legitimar. 

Cualquier persona, sea cual sea su ideología, que critique o discrepe del poder oficial será calificado de antidemócrata perteneciente a la derecha extrema

Las redes sociales están vigilantes para descubrir quién tiene la osadía de protestar o de defender otra alternativa política. Se puede pactar con terroristas, se puede dar subvenciones a los que prometen una y otra vez destruir el Estado de Derecho y hacerlo al margen de la Constitución. Por hacer se puede incluso recibir al jefe del Estado con las manos en los bolsillos y muy cercanas a una parte noble. El mismo al que se le vio recientemente inclinarse ante Joe Biden o ante el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Salman, más recto que una vela, mostraba así su desconsideración por el jefe del Estado español.  

Es decir, se puede hasta amnistiar a aquellos que fueron condenados por ejercer un terrorismo callejero y se hace de forma muy fácil. Se cambia el código penal y se acude al Sr. Conde Pumpido y ya está; facilísimo. Nadie ha hecho nada. A las redes sociales les interesa seguir alimentando la máquina del fango. El odio es rentable. Muy rentable. 

En España, el presidente de Gobierno se inclina ante Joe Biben y recibe al jefe del Estado con las manos en los bolsillos

La ira que cada día nos sumerge en un enredo eterno es el tablero en el que cualquier discusión se ha convertido en un conmigo o contra mí. La máquina del fango no tiene descaso, no duerme. Todo esto no es más que dinero y poder. 

“Un Gobierno que no tiene presupuestos es un Gobierno que no puede gobernar, porque no puede hacer nada”. Con esta vehemencia atacaba Sánchez a la administración de Rajoy por mantener, en el mes de febrero de 2018, los presupuestos del curso anterior. ¿mantendrá ese discurso sin tener que prorrogar de nuevo los presupuestos? Lo dudo… 

A las redes sociales les interesa seguir alimentando la máquina del fango. El odio es rentable. Muy rentable

Pero “nosotros”, no podemos opinar sin que nos bombardeen desde las trincheras de los radicales, de esos que no admiten más razones que las que ellos predican, cegados por el odio al contrario, al diferente, al que no se deja adoctrinar, al que mantiene un pensamiento en el que suprime la palara “nosotros” y la de “los otros”. Mientras en este país no se cultive desde el poder (el que sea), la palabra todos, corremos el peligro de convertirnos en la nueva Venezuela.

“Caerá cuando ya no tenga nada que vender y caerá solo. Me parece imbatible y estoy fascinado con él”. Esta cita no es mía, pero la comparto plenamente y añado: favorecer a catalanes y vascos, perjudicando al resto de los españoles, eso tiene un nombre. se llama compra de votos.