Se acerca el día en el que los ciudadanos decidiremos en las urnas quienes serán los candidatos que a partir de ese día gobernaran en cada pueblo o ciudad de nuestro País, al igual que en algunas Autonomías.
No es de extrañar que las promesas más excéntricas se anuncien como si de un maná se tratase y de repente el dinero fluye como si fuese un manantial queriéndonos hacer olvidar que hasta los manantiales se secan y nada hacen por preservar ese preciado bien.
Pisos, subvenciones, viajes gratis,… haremos, crearemos… Todo está en la boca de los candidatos queriendo convencer a los votantes que cada vez creen menos en ellos. El dinero no es suyo, es de los contribuyentes y en sus propuestas nos quieren hacer ver que nos regalan algo que durante cuatro años anteriores no han hecho. Pero no solamente se trata de economía o sanidad, se trasladan a los ciudadanos anuncios catastrofistas que provienen de quien ha podido hacer y no ha hecho, de quien ha crispado a la sociedad y que el odio al contrario se adueñe de nuestro pensamiento.
Pablo Iglesias Turrón el líder que cambiaria la sociedad y predicaba la igualdad, el que ponía y quitaba a señoras en cargos de dirección y hasta a Vicepresidentas del Gobierno. Acusa ahora que se está preparando un golpe de Estado desde Madrid. Claro que a él le encontrará en su refugio de Galapagar, ya que Vallecas es menos seguro.
Ione Belarra iba con una foto en la pechera del hermano de Isabel Díaz Ayuso para atormentarla y anunciando una ley para castigar a quienes hostiguen o acosen a los okupas. La foto, ahora, aparece en una lona en la calle Goya de Madrid con la inscripción «¡Hay que echarlos!». Cuando algunos partidos están perdiendo los nervios y las formas; todos tienen un mal perder y también un mal ganar.
De todas formas, lo que se «lleva ahora» es tratar de blanquear a Bildu y llenarnos de noticias sobre la legalidad de dicho partido, ya que es «dedocrático» basándose en que está en el Parlamento español. No seré yo quien cuestione la voluntad de los votantes a designar a sus representantes. Pero sí a condenar la inmoralidad de que se sienten en el seno del templo de la democracia como es el Parlamento y si lo hacen ya veremos el vergonzoso juramento de acatar la Constitución. Y esa será la prueba de su inconstitucionalidad.
Desde Zapatero, y ahora con Sánchez, su delfín, no ha pasado un solo día sin ese mensaje, en el que una víctima de la guerra injusta y condenable es más que una de ETA o del Grapo, cuyos verdugos se consideran a su vez víctimas del franquismo y superiores moralmente. «La aristocracia del crimen».
Pues no, un NO rotundo a que todo valga con tal de mantener o alcanzar el poder. Incluida la oposición.