El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, afirmó que “España debe tener empresas más grandes, que son más productivas y más competitivas”.

Cuando estas líneas se publiquen, estaré de nuevo en Galicia, tras haber pasado unos días inolvidables en el Río de la Plata, en compañía de mi pareja, propietaria de un hotel en Montevideo (Alvear Hotel). En apenas unas horas, mi vuelo partirá desde el aeropuerto de Carrasco. Sí, el mismo desde el que salió el avión de “La sociedad de la nieve”, pero en mi caso no para cruzar los Andes, sino el océano Atlántico.

Además de inolvidable, este periplo por Montevideo, Buenos Aires y Punta del Este ha sido verdaderamente revelador. Solo tras una profunda inmersión en estos países y estas ciudades, uno llega a ser consciente del todo de lo que estos territorios significan para los españoles, y especialmente para los gallegos. Y de lo que nosotros significamos para ellos. 

Aunque los grandes movimientos migratorios se remontan a muchas décadas atrás, la presencia y la influencia gallega sigue tremendamente vigente, tanto en Argentina como en Uruguay. A poco que uno recorre estos lugares, advierte la presencia de los nuestros en casi todos los ámbitos de la vida. Desde la hostelería a los medios de comunicación, desde las empresas a los comercios o al transporte. Aquí y allá te vas topando con gentes que tienen y mantienen sus raíces profundamente arraigadas en Galicia y que, al tiempo, adoran y se dejan la vida por el país en el que ahora viven y que en su día acogió a sus antepasados.

Es vital fortalecer aún más los lazos que unen a Galicia con los países de Iberoamérica, con una mayor presencia de nuestras empresas.

Cuando uno está aquí, se da cuenta de lo importante que es fortalecer los muchos lazos que unen a los gallegos con los países de Iberoamérica. Que los hay, sin duda. Pero que podrían estar aún mucho más reforzados. Y el fortalecimiento de esos lazos podría derivar en una mayor presencia de nuestras empresas y en no pocas oportunidades de negocio. Animo a las instituciones a que realicen y fomenten esa labor, porque Iberoamérica y los Iberoamericanos son, y siguen siendo, parte de nosotros. Romper ese vínculo equivaldría a una tragedia.

Aunque, evidentemente, con menos intensidad que si estuviese en Galicia, intento también desde la distancia mantenerme al día de lo que ocurre en nuestro país. En el que no hay día sin sorpresa. Pero, aunque en esta ocasión obviaré abordar los grandes temas de la actualidad, no quiero dejar pasar por alto unas declaraciones que me han llamado mucho la atención, por no decir algo más ofensivo. Me refiero a las palabras del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, que literalmente dijo que “España debe tener empresas más grandes, que son más productivas y más competitivas”. 

Señor ministro, mal empezamos si su prioridad declarada es apoyar a los grandes porque, y por desgracia lo sabemos por experiencia, eso siempre implica hacerlo en detrimento de los pequeños.

He de reconocer que me sorprendió que una persona que es licenciada en Economía, Máster en Economía por la London School of Economics y Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid tenga esa visión. Pero después, al ver su currículum, entendí que igual tiene algo que ver con que jamás ha desempeñado su labor en el ámbito del mercado libre, sino que desde 2008 pertenece al Cuerpo Superior de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado y que toda su actividad profesional se circunscribe al ámbito de la función pública. Y, claro, desde ahí las cosas se ven de otra manera.

Señor Cuerpo, las grandes empresas se crean y se refuerza apoyando a los pequeños empresarios y a los autónomos. Reduciendo sus obligaciones, con una menor presión fiscal y permitiéndoles jugar con las mismas cartas que los demás, de cara a que estas pequeñas empresas puedan ser más competitivas y puedan atacar otros mercados.

Si no levantamos nuestra economía sobre esos cimientos y, como usted propone, comenzamos la casa por el tejado, es imposible crear un país próspero ni mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Que, básicamente, es lo que a usted se le pide y por lo que se le paga generosamente.