Judas Iscariote fue uno de los discípulos de Jesucristo, a quien se cuenta entre los Doce Apóstoles. Según los cuatro evangelios canónicos, Judas traicionó a Jesús ante el Sanedrín a cambio de treinta monedas de plata.

Al poco tiempo, Judas se arrepintió de sus actos, intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas estos, las arrojó en el templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose (Mateo 27:5) en un árbol (abril de 29–33). De todos es sabido que la Biblia es un compendio de las mayores proezas morales del hombre, pero también de sus peores miserias y bajezas. En el Antiguo Testamento hay una historia particularmente desafortunada, la historia de Esaú, que vendió a su hermano Jacob su primogenitura por un plato de lentejas.

Este pasaje de la Biblia tendría hoy alguna lectura política en lo que puede denominarse traición a falta de cumplimiento de la palabra dada y el compromiso adquirido para llegar al poder y mantenerse en él. El pueblo otorgó poderes a un mesías para que cumpliese lo prometido en el código de su mensaje y que tuviese cabida en el programa que dicho pueblo aceptó. El proyecto del Gobierno de conceder la amnistía a los sediciosos del independentismo catalán rompe con la premisa principal de la socialdemocracia, como es el objetivo del Estado de buscar la igualdad social y legal de los ciudadanos.

El nivel de la clase política mundial anda por los suelos, duele, aunque más duele constatarlo en España, el país de José Ortega y Gasset, de José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (Azorín), de María Zambrano, de Fernando Sabater, entre otros grandes, quienes inspiraron a políticos superiores, debido al nivel de preparación que tuvieron y que situaron a España en una escala envidiable de sapiencia en cuanto a gobernabilidad. Así como Adolfo Suárez, ficha capital durante la llamada transición española.

Allá por donde va, Sánchez deja una estela “sotto voce“ de comentarios en son de burla y ni hablar de las redes sociales, las inflama, arden tras cada una de sus intervenciones. Contradictorias.

¿Puede Sánchez mostrarse en público? No, cada vez puede menos, por ello ha empezado a evitar los actos oficiales, como en el Día de las Fuerzas Armadas, en el que, por el contrario, los Reyes fueron aclamados. Ya veremos este año…

Se traiciona a sí mismo. ¿Es consciente? Pruebas sobran para advertir que no le importa, al contrario, goza con serlo. Sobre todo, cuando hace esperar al Rey de España, saltándose tan frescamente los protocolos y cambiando constantemente sus mensajes, olvidándose de que él mismo autorizó y participó en la aplicación del art. 155 en Cataluña.

Si algo tiene de tremendamente espantoso su presencia como político español y europeo es que ha arrastrado a todo un partido en su demencial egolatría, también a sus votantes. En su partido aún quedan voces y mentes que claman por un cambio de actitud, hoy he leído las declaraciones del actual secretario general del PSOE madrileño, Juan Lobato, quien rechaza de plano la amnistía.

Ese es el camino desde dentro del partido. La que primero se dio cuenta de estas, entonces sutiles, atrofias de Sánchez, fue la señora Myriam Gómez, viuda del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Quien escribió. “Me da miedo España, o sea, me da miedo Pedro Sánchez”…

No, no han sido trece monedas, ni siquiera el plato de lentejas. Serán siete votos…