Ya que estamos a las puertas de unas elecciones generales, y seguramente de lo que menos se va a hablar en las próximas semanas es de propuestas concretas, aprovecho este espacio para exponer una serie de iniciativas destinadas a conseguir una España mejor. Mejor para la sociedad en su conjunto, quiero decir, que mejor para los de siempre, ya se encargan ellos de que lo sea.

Estos serían los puntos clave de mi particular programa electoral:

– Garantizar la independencia judicial, retornando a la situación previa a la modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial llevada a cabo por Felipe González en 1985.

– Homologación de la situación de los autónomos con la media de la Unión Europea, que es donde competimos.

– Modificar la ley electoral, de manera que se favorezca una representatividad más justa dentro del territorio nacional.

– Eliminación de instituciones y adelgazamiento de la estructura del Estado. La primera medida a tomar en este sentido sería la obligatoria fusión de ayuntamientos menores de 5.000 habitantes.

– Recuperar las empresas de sectores energéticos que actualmente están en mano de gobiernos extranjeros.

– Creación de una ley audiovisual que no permita situaciones como el actual duopolio televisivo en manos de corporaciones foráneas.

– Igualdad de derechos y obligaciones entre territorios. No se puede consentir que determinadas autonomías gocen de privilegios como una menor fiscalidad como tampoco que otras sufran lastres como el peaje a la movilidad.

– Retornar a los protocolos administrativos previos al covid. Cuestiones como la obligatoriedad de la cita previa deben quedar abolidas una vez desaparecida la situación de excepcionalidad por las que se crearon.

– Regulación de los pisos turísticos con una norma que imponga una mínima estancia a sus arrendatarios y limitar transacciones de los arrendadores.

– Prohibición de las comisiones de administración y mantenimiento que aplican los bancos a las cuentas con menores depósitos.

– Imposición de un precio fijo en los billetes de Ave y larga distancia, ya que resulta del todo inconcebible que una empresa pública como Renfe utilice el mismo sistema que las privadas, en función de la oferta y la demanda.

Ya ven que no se trata de medidas excepcionales ni, en muchos casos, ni siquiera novedosas. Se trata de cuestiones de sentido común, que nos afectan al común de la ciudadanía y que por desgracia son siempre las grandes olvidadas en los programas electorales. Iniciativas reformistas que tampoco requieren de una enorme complejidad para su puesta en marcha.

Ojalá alguien tome nota de ellas, las cumpla y puedan así desaparecer de mi programa electoral para próximas convocatorias electorales. Sería algo que me haría enormemente feliz y, lo más importante, que beneficiaría al conjunto de los españoles en la procura de esa España mejor.