La frase “hay tres tipos de mentiras: mentiras, malditas mentiras y estadísticas” se atribuyó al escritor estadounidense Mark Twain, aunque hay quien sostiene que su autoría se debe al primer ministro británico Benjamín Disraeli. La finalidad de tal expresión no es otra que dejar en evidencia la debilidad de argumentos de carácter numérico del adversario.
En el horizonte de cualquier período electoral, un gran número de medios de comunicación y los propios partidos políticos exhiben, a veces con escaso o nulo rigor, las consabidas encuestas que no son otra cosa que estudios de opinión tratados con métodos sociológicos basados precisamente en datos estadísticos.
El rigor de sus conclusiones depende, fundamentalmente, de dos variables: la profesionalidad de la empresa demoscópica y de quién sea el cliente que la encarga. En nuestro país contamos con grandes y serias empresas del sector, que no es cuestión de enumerar, más que nada por no hacer publicidad gratuita y por no dejar en evidencia a las que no lo son. Sobre el CIS mejor no “opinaremos”.
Estos días podemos encontrar en las páginas de nuestra prensa local sesudos estudios sobre, lo que parece, vamos a votar los coruñeses el próximo 28 de mayo, algo que no deja de tener un cierto tinte adivinatorio si tomamos como referencia lo acontecido en los últimos encuentros electorales municipales. Si los lectores se enfundan por un instante el traje de ratón de hemeroteca de los augurios de los años 2011, 2015 y 2019, se encontrarán de bruces con unos números bastante alejados del resultado electoral final, o lo que viene siendo “no dieron una en el clavo”. En todas esas contiendas los augures de la demoscopia sentenciaban la continuidad del alcalde que en aquel momento ocupaba el máximo sillón de María Pita, y sin embargo ocurrió precisamente lo contrario: a Losada le sustituyó Negreira, a éste le siguió Ferreiro y a éste le arrebató el sillón la señora Rey.
Ante este rosario de aciertos alguien podría pensar que o se tergiversan los datos o las respuestas; ¿entonces qué finalidad puede tener persistir en la publicación de estos estudios? Porque llegados a este punto, quizás el lector debiera preguntarse si condiciona en algo su voto lo que esas encuestas puedan determinar, es decir ,si usted está indeciso ¿estas encuestas le ayudan a decidir el sentido de su voto?
Así las cosas, uno puede concluir que las encuestas electorales públicas es probable que sigan el mismo camino de los famosos mítines: un ejercicio fútil para los ciudadanos y sólo interesante para consumo propio de los partidos en aras de cargar las pilas de sus correligionarios.
Y dos anecdóticos apuntes finales: primero, a nadie de los encuestadores locales parece importarle el elevado porcentaje de indecisos o de los que no responden -más que suficiente para cambiar del todo el tablero político y por ende de mano el bastón de mando- y segundo, que somos gallegos, o sea desconfiados respecto de la intencionalidad de ciertas preguntas.
En resumen, y a la vista de estos sondeos locales, responder a la pregunta de quién va a gobernar está ciudad es casi una actividad de riesgo o un arte adivinatorio, así que a la pregunta de quién se hará con el bastón de mando de María Pita a partir del 28M sólo cabe una respuesta muy nuestra: DEPENDE.