La presidenta de Méjico desconoce la historia de su país y falta al respeto al jefe del Estado español, pero se acobarda ante EEUU, que se apropió de gran parte de su territorio.

Escuchamos hablar en los informativos de una nueva crisis política internacional en España; esta vez con Méjico, donde se acaba de investir presidenta a la reciente ganadora de las elecciones presidenciales. Como es habitual en estos casos, el protocolo establece que se debe invitar a representantes de los “países amigos”, entre los que, lógicamente, se encuentra España. En este caso, más que país amigo, cabría hablar de país “hermano”, pues no hace falta repasar la historia de ambos países para concretar como somos hermanos, y podemos decir que fuimos “gemelos”. 

Sin ir más lejos, tras la conquista del territorio, este pasó a llamarse “Nueva España”, parte del territorio español, y tan España como Zamora o Guadalajara. Los conquistadores españoles implantaron una organización local, tras ocupar el territorio, según lo que conocían, … y venían de la Europa feudal, en la que los señores se repartían el territorio, y las poblaciones que en este territorio existían, ofreciendo una teórica protección a cambio de que estas poblaciones pagasen a cambio una parte –importante- de lo que producían sus cosechas. 

El sistema era brutal en Europa, y se alcanzaban niveles de semiesclavitud, pero así era el sistema que los conquistadores conocían y consideraban normal. Eran señores los nobles, pero también lo era la iglesia católica: la red de monasterios y Catedrales tenían igualmente repartido el territorio, y no existía de hecho, diferencia en la dependencia o en los impuestos a pagar. En este caso, no se ofrecía, habitualmente, protección, pero rebelarse suponía la condena eterna, lo que –para la época- era peor. En la conquista de América, la iglesia acompañó a los conquistadores, quienes eran considerados como “evangelizadores”, en representación de la iglesia católica.

Foto. El Imperio Inca sometió y masacró a muchas tribus hasta que fueron liberadas por los españoles

Conquistadores y sacerdotes encontraron un cuadro desolador en la América que encontraron; en América del Sur hallaron un imperio (Inca), en guerra civil; a la muerte de Huayna Capac, sus dos hijos se levantaron para alcanzar el trono. Los caciques (jefes) de las tribus indígenas eran forzados por uno y/u otro para que las tribus lucharan a su lado. Las tribus estaban sometidas; eran obligadas a pagar con parte de sus cosechas a los Incas, y a entregar a sus hijos para ser sacrificados a los dioses. Eran especialmente seleccionados los hijos de los caciques (el resto de la tribu entendía que, si el jefe entregaba a sus hijos, ellos deberían hacer lo propio) y los más guapos, a juicio de los jefes Incas (con el sacrificio humano, entendían que la víctima se convertiría en representante ante los dioses).

Las tribus indígenas vivían en un régimen de terror. Llegaron los españoles, encabezados por Pizarro, y estas tribus pensaron que con ellos tendrían la opción de independizarse del imperio Inca, y de este modo, los Pizarro, Almagro y Valdivia, vieron multiplicadas sus fuerzas. Hubiera resultado imposible conquistar semejante territorio sin la participación de las tribus indígenas. Los conquistadores españoles consideraban que los indígenas (Incas o de cualquier otra tribu) no debían ser eliminados, pues – como ocurría en la península- las poblaciones locales eran indispensables para poner a producir el territorio que estaban ocupando, y sin mano de obra, este territorio no tenía valor.

Foto. Miles de indígenas de las tribus sometidas por los aztecas eran sacrificados de forma habitual

En el caso del actual Méjico, el panorama que encontró Hernando (así firmaba) Cortés y su ejército encontraron un “salvajismo similar”; cada pirámide azteca tenía en la parte superior un templo dedicado a uno de sus dioses. Miles y miles de indígenas de las tribus sometidas por los aztecas eran sacrificados de forma habitual.

En este caso, los restos de los cuerpos eran arrojados, desde lo alto, a los habitantes que allí acudían, y los arqueólogos consideran que era generalizada la práctica del canibalismo, hasta el punto de que la carne humana era clave en la dieta alimentaria de la población azteca.

La progresiva convivencia de los conquistadores y conquistados comenzó a crear una nueva raza; los criollos. Pero también facilitó el contagio de enfermedades para las que los indígenas no estaban preparados. Entre ellas, destaca la viruela, que en determinadas zonas y ciudades causó la muerte del 50% de la población indígena. La reducción de esta población ha sido históricamente argumentado como prueba del “genocidio” de los españoles, aunque es evidente que, en el siglo XVI, nadie conocía la enfermedad, orígenes y tratamiento. 

Hubo que esperar hasta comienzos del siglo XIX para que el médico del rey español Carlos IV, el Doctor Balmis, desarrollase una vacuna que podía con la cruel enfermedad. Balmis expuso al Rey español el proyecto de llevar a cabo un viaje por “la España ampliada”, e inocular la vacuna entre las poblaciones indígenas. Un ambicioso proyecto presentado en el peor momento: Napoleón, que había “revolucionado” los regímenes monárquicos de toda Europa, estaba llamando a las puertas de España, en los pirineos, y Carlos IV sabía que su nuevo objetivo era él; la monarquía española. No obstante, Carlos IV decidió financiar la innovadora, arriesgada, ambiciosa y cara expedición de Balmis, y al poco, una expedición zarpaba desde el puerto de La Coruña, constituyendo la primera misión humanitaria de la historia.

Foto. La expedición Balmis salvó millones de vidas con la vacuna de la viruela.

Carlos IV no pudo salvar su trono y Napoleón tomó el poder en España poco después, como hizo con la mayoría de los países europeos, pero la expedición Balmis logró salvar las vidas de miles de indígenas en la España de América y Asia. El simple estudio de la actuación española a través de la expedición Balmis, debería servir para anular las acusaciones de genocidio, generadas desde las potencias rivales de España. 

Si realmente hay interés sobre ese tema, sería interesante echar un vistazo a cómo en la “Constitución liberal” de Cádiz de 1813, se trata a los territorios y habitantes de la España ”no peninsular”. Dicha Carta Magna, reconocía los derechos de aquellos nacidos en cualquier territorio español, fuera donde fuera, y la representación de esos territorios en los órganos soberanos españoles. Para valorar estas medidas, sería importante comparar cómo otros Imperios, el británico, por ejemplo, consideraba a los súbditos de sus colonias. En Australia, por ejemplo, no se reconocía a los aborígenes como personas y, de este modo, evitaban reconocer sus derechos sobre el territorio.

Sorprende, por tanto, la calificación de genocidas a los españoles a lo largo de la historia, y las reacciones de los últimos presidentes mejicanos exigiendo que S.M. el Rey de España “pida perdón” por la actuación de los españoles a lo largo del tiempo. No saben, no recuerdan o prefieren olvidar que Méjico no existía en el Siglo XVI (existía Nueva España, como parte de España), y que esta época fue, con poco margen de duda, la más próspera de su historia. Además de la propia producción y aprovechamiento de recursos, Méjico tenía en su Acapulco una cabeza de puente para la entrada de los recursos de la España asiática que, desde Filipinas, se hacían llegar a Nueva España.

Foto. Méjico perdió gran parte de su territorio a manos de EEUU en 1846

Era, aquella Nueva España un territorio mucho mayor que el actual Méjico. Hay que recordar que los EEUU querían tener acceso directo al Océano Pacífico y le hicieron una oferta económica por la mitad del territorio de Méjico. Ante la negativa mejicana a esa venta, los EEUU declararon la guerra a su vecino en 1846, que terminó con la cesión mejicana de una porción de territorio equivalente a California, Nevada, Utah, Nuevo Méjico, Arizona, Colorado e importantes partes de Oklahoma, Kansas y Wyoming. Poco antes, sectores independentistas de Texas, con el apoyo de los EEUU, lograban declararse independientes de Méjico, y Texas terminó incorporándose a EEUU como un nuevo Estado.

Todo esto sucedió a mediados del siglo XIX, pero es difícil encontrar a lo largo de toda la historia de la humanidad agravio similar a un país. Sin embargo, el Presidente de EEUU sí fue invitado por Méjico a la investidura de la última Presidenta Mejicana -Claudia Sheinbaum-(Joe Biden se disculpó, pero envió en su lugar a una delegación encabezada por su esposa, Jill Biden), sin que se conozca ninguna iniciativa mejicana para que los EEUU devuelvan el territorio ilegítimamente anexionado, o reclamando una simple carta de disculpas, como hicieron con Felipe VI, Rey de España.

Los dos últimos presidentes de Méjico desconocen la historia y desprecian las sólidas relaciones comerciales con España, pero lo que está claro es que no piensan reclamar la devolución de sus tierras a EEUU

En este escenario está claro que algo les sucede a los últimos presidentes mejicanos: o son unos ignorantes, desconocedores de la historia de su país, o son unos cobardes. Este artículo deja el adjetivo a decisión del lector.

Este episodio también demuestra escaso conocimiento de las relaciones económicas España -Méjico, pues España es el segundo país del mundo en inversión en Méjico (tras EEUU, lógicamente),

Quizá sepan que los españoles somos poco dados a “hacer piña” alrededor de una causa común y, por lo tanto, un rival dividido y en la realidad; débil. Solo hay que recordar la valoración de este episodio por el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (Gabriel Rufián): Viva Méjico, ¡¡Cabrones!!, una frase utilizada por Pancho Villa para animar a sus tropas durante la revolución mejicana. El “ingenioso y cómico” político catalán ganó su momento televisivo, y seguro que esas imágenes habrán llegado a Méjico, donde concluirán: Meterse con España resulta barato.

Javier Rodríguez-Losada Boedo

justiciero de Guadalupe Hidalgo