Del mismo modo que en el campo de la medicina cabe la posibilidad de que a un paciente le deje de hacer efecto un fármaco cuando su cuerpo se adapta a dicha sustancia, en la actividad económica, los efectos anestésicos del intervencionismo estatal también terminan por desaparecer. El impulso del sector público en la economía está perdiendo fuelle y así lo revelan los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de este año publicada la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadística.
El número de parados creció durante los primeros meses de 2023 en 103.800 personas, de modo que la tasa de paro que en el último trimestre de 2022 se había situado en el 12,87% experimentó una subida hasta el 13,26%. Ésta acusada subida no sólo coloca a España como el país de la Unión Europea con el peor dato de desempleo, sino que lo posiciona como uno de los países con más paro del mundo desarrollado según los datos de la OCDE.
Para contextualizar las cifras en el tiempo, sin contar el año de la pandemia donde el número de parados durante el primer trimestre de 2020 se disparó en 121.000 personas, hacía diez años que el desempleo no sufría un incremento tan pronunciado como el de este comienzo de año, pues fue en el primer trimestre del año 2013 cuando se registró un aumento de 257.200 personas.
Por otro lado, en lo que respecta al número de jóvenes en paro menores de 25 años, éste se incrementó en 10.300 personas en lo que va de año, lo que supone un 2,2% más que en el trimestre anterior. Así, al finalizar marzo la tasa de paro juvenil se situó en el 30,03%. Teniendo en cuenta que España ya ocupaba los primeros puestos en el ranking de desempleo juvenil dentro de la Unión Europea, no cabe duda de que resultados como estos continúan garantizando el pódium.
Según los datos revelados por la EPA, la mayor caída del empleo se ha producido en el sector privado y, analizando por ramas de actividad, la mayor destrucción de empleo en términos interanuales se produjo en la agricultura y en la construcción con 79.500 y 18.200 empleos menos, respectivamente. No debería llamar la atención el especial descenso que se ha producido en estos dos sectores, pues precisamente se trata de los sectores que más se podrían ver perjudicados por las últimas medidas del Gobierno que han provocado un incremento de los costes laborales.
En efecto, a diferencia del primer trimestre de 2022, ahora la ecuación del mercado laboral actual incluye desde el 1 de enero de 2023 dos nuevas variables a tener en cuenta: por un lado, la puesta en marcha del Mecanismo de Equidad Intergeneracional –es decir, el incremento de las cotizaciones– y, por otro lado, la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) con su correspondiente aumento de las bases mínimas de cotización. Por esta razón, no resulta sorprendente que sectores como la construcción y la agricultura, intensivos en mano de obra y donde los puestos de trabajo, por norma general, se caracterizan por ser menos cualificados, el aumento de los costes laborales haya impactado negativamente.
A idénticas conclusiones se llega si se repara en las cifras de desempleo interanuales, pues, respecto al primer trimestre del año anterior, el número de desempleados ha subido con fuerza en el sector servicios con 147.700 parados más, en la construcción con 18.600 y en la industria con 12.400.
En definitiva, la EPA muestra un mercado laboral donde la creación de empleo no termina por cuajar, ya que, en comparación con el trimestre anterior, se han destruido 11.100 puestos de trabajo.