En la última semana del mes de septiembre se han publicado numerosos datos que, leídos uno tras otro, dejan entrever nuestro futuro próximo. Empezamos con los datos del Banco de España, que en lo que va de año ilustran la retirada de 22.800 millones de euros por parte de las familias españolas para hacer frente a la inflación; de los cuales 3.300 millones de euros fueron “necesitados” en el mes de agosto. Hay dos posibles razones para este hecho I) las familias acaban son sus rentas antes de que acabe el mes y necesitan un apoyo de sus ahorros para paliar la subida de la inflación; y II) los bancos tradicionales no están trasladando la remuneración del ahorro de la política monetaria del Banco Central Europeo, por lo que el dinero sale en la búsqueda de más rentabilidad.

A finales de septiembre también se publicaba el dato adelantado del Índice de Precios al Consumo (IPC) de ese mes. La cifra se elevaba al 3,5% (recordemos que el objetivo de inflación del Banco Central Europeo es un crecimiento estable de los precios cercanos al 2%) debido mayoritariamente al repunte de los precios de la energía. El índice de referencia del petróleo en Europa, el barril Brent, está cotizando en los 97 dólares por primera vez desde noviembre de 2022, lo que se está trasladando a las gasolineras y a los derivados del petróleo.

En el caso particular español, la última vez que el petróleo escaló a esa cifra se implantó la bonificación al carburante de 20 céntimos para paliar la subida del carburante. Esta bonificación de momento no está planteada ante la misma situación. Desde el Ministerio de Economía se han celebrado éstas cifras de IPC pues “España lleva más de un año entre los países con menor inflación y mayor crecimiento de la zona euro”.

La situación de la economía real dista mucho de los vítores que enuncia el gobierno: las horas trabajadas en España todavía no han recuperado las cifras prepandémicas (a pesar del maquillaje del gobierno e los datos del paro), somos líderes en paro general y juvenil en Europa, disfrutamos de una de las presiones fiscales más altas de los miembros de la OCDE y se está produciendo un proceso de degradación de la seguridad jurídica en el país que impide el asentamiento de la inversión extranjera.

Y como colofón a lo que se nos viene encima: (tan solo de los datos publicados esta semana) el bono español a 10 años supera por primera vez el 4% desde 2010. ¿Y esto en qué me afecta a mí? Pensará el lector. Pongamos un ejemplo. Supongamos que usted tiene una hipoteca de unos 300.000€ y pagaba por ella un 1%, por lo que su cuota mensual sería de unos 1.000€; de repente suben los tipos de interés y tiene que pagar por su hipoteca el 4%, por lo que su cuota sube a cerca de 1.500€ al mes solo por el efecto de los intereses. Pues aplíquese el mismo caso a la “hipoteca” que tiene el Estado con su endeudamiento constante pero ahora financiándose al 4%.

Dicho de otra manera: el agujero de las pensiones, por ejemplo. Como parte de los fondos se transfieren desde los Presupuestos Generales del Estado al no poder autofinanciarse por el sistema de la Seguridad Social y teniendo en cuenta que los Presupuestos Generales del Estados son deficitarios; nos encontramos que el agujero de las pensiones se está financiando actualmente al 4%. Es maravilloso (nótese la ironía).

Con este panorama de tipos de interés altos, el Banco Central Europeo ya ha anunciado que la situación se mantendrá en el tiempo; por lo tanto, también el crédito a las familias se disparará cuando a éstas se les acabe el ahorro acumulado durante la pandemia. Dicho de otro modo, prepárense que vienen curvas. Y recuerden, los períodos donde los Gobiernos suelen implementar recortes de calado suelen ser inmediatamente después de las elecciones. Por lo que, si hay nuevas elecciones el 14 de enero, va a ser un año 2024 complicado. Francamente, me encantaría equivocarme, pero todos los datos macroeconómicos apuntan hacia la recesión. Y una recesión de calado.