Existió un tiempo en que los sindicatos eran dirigidos por políticas afines al Régimen. Sus cuadros dirigentes eran designados por las altas esferas del poder, lo que determinaba que hacían de «muro de contención a las justas demandas de los trabajadores.
Con la llegada de la Democracia el sindicalismo vertical desapareció y un aire de libertad sin tutelas invadió a los trabajadores que a través de sus votos directos decidían quienes serían sus dirigentes.
Dirigentes que se apoltronan en el cargo a través de unas estructuras diseñadas para que nada cambie se han convertido en los más decididos defensores del Gobierno. Nada les hace cambiar, silencian el abandono de trabajadores que dependen de dicho gobierno, es decir, el Consejo de Ministro son sus patronos y sus justas demandas de mejoras salariales (Jueces, letrados, administrativos…) no encuentran en los sindicatos defensa a sus peticiones.
Es sabido que el sindicalismo español solo se agita de veras cuando está en el poder la derecha. Si gobiernan los ‘suyos’ adopta una actitud subalterna, gregaria, de una docilidad ovejera, y busca fuera del ámbito oficial el objetivo de sus mortecinas protestas. La afiliación ha descendido a la vez que el desencanto al comprobar que en otros Países los sindicatos protestan en contra del gobierno de turno y en apoyo a sus representados. El caso de Francia y Alemania es el más próximo ejemplo
En este momento, el papel de CC.OO. y UGT se reduce al de un brazo más de la maquinaria electoral del sanchismo, proyecto de Yolanda Díaz incluido. El anuncio de grandes paros en otoño, en plena campaña de las generales, no es más que su contribución al calentamiento del clima político.
Entre tanto, uno de esos sindicatos niega a sus empleados lo que le exige a los empresarios y las protestas de dichos trabajadores ante sus sedes en toda España, ya que su convenio colectivo marco está caducado y la propuesta de subida salarial que les hacen llegar la califican de «irrisoria». Ello ha puesto de manifiesto otra vez más la incongruencia de sus exigencias a los demás.
Los sindicatos no deberían prestarse a aplicar diferentes varas de medir en función de quien gobierne. Sindicatos SI, pero libres de influencia política.
Ese es el espíritu de la lucha obrera.