Este grupo cultural, natural de Myanmar (antigua Birmania), lleva sufriendo desde hace décadas una de las persecuciones étnicas más violentas del siglo XXI.
Pese al gran número de refugiados y desplazados que ha provocado esta crisis humanitaria, la sociedad internacional se mantiene al margen ante el desconocimiento generalizado de la crítica situación sociopolítica que atraviesa el Estado desde su independencia de Reino Unido en 1948.
Un caso más de los mediocres procesos de descolonización desarrollados por las potencias imperialistas de los siglos XIX y XX.
Myanmar, Estado situado en el Océano Pacífico, cuenta con una población mayoritariamente budista, siendo el 89,1% de sus habitantes declarados seguidores de esta religión. En este sentido, la organización sociopolítica del país se encuentra articulada con relación a los valores defendidos por la cultura budista, el comportamiento intersubjetivo de sus ciudadanos y su interacción con terceros.
Los Rohinya es una etnia musulmana que representa el 3,8% de la población de Myanmar
Por otro lado, Myanmar es el hogar de otras etnias minoritarias como los Karen (etnia budista) o los Rohinya (etnia musulmana, que representa al 3,8% de la población del país), destacando la comprometida situación que viven estos últimos desde el inicio de ciertos movimientos radicales que abogan por su limpieza étnica, lo que ha provocado el desplazamiento masivo de personas a países vecinos como Bangadesh o Tailandia, dando lugar a una de las mayores crisis de refugiados de la historia de la humanidad.
El origen de los Rohinya se remonta al siglo VII en el Estado de Rakhine, al sureste de Myanmar
La mayoría budista del país les denomina despectivamente “kalar” o “bengalíes”, haciendo referencia a que no son autóctonos del territorio birmano, sino que se tratan de un pueblo invasor procedente de Bangladesh (con quienes comparten muchas características), lo cual no es cierto, ya que su origen se remonta al siglo VII en el Estado de Rakhine, al sureste de Myanmar.
La situación empieza a empeorar a partir de 2012, año en el que el sentimiento anti musulmán empieza a surgir fervientemente, acompañado de un discurso conspirativo hacia el pueblo Rohinya que provoca pánico moral entre los ciudadanos birmanos. La población birmana comienza a acusar a esta etnia minoritaria de las problemáticas sociopolíticas, e incluso económicas, del país, el cual se encuentra sumido en una dictadura militar desde 1968.
En 2012 se empezó a radicalizar la persecución violenta de los Rohinya a través del movimiento ultranacionalista budista “969”
A través del movimiento nacionalista budista “969”, la ciudadanía comenzó a radicalizarse y a ejercer la represión hacia los de manera activa mediante la quema de cosechas y propiedades pertenecientes a la minoría étnica, violaciones, secuestros y asesinatos en la región de Rakhine.
La retórica del pánico moral, centrada en los pánicos percibidos más que en aquellos reales, no se trata más que de una estrategia populista y ultranacionalista, llevada a cabo por el movimiento budista Ma Ba Tha, para otorgar un culpable a una población desconcertada por la situación sociopolítica que atraviesa su Estado y que repercute en la calidad de vida de su población.
De esta forma, se hace referencia al factor cultural como elemento clave que supone un verdadero impacto en el individuo, el cual ve su propia cultura amenazada por una externa y hará todo lo que esté en su mano por erradicarla, tal y como manifiestan teóricos como Gerald A.Cohen o Eliezer Ben Yehuda.
La represión de los Rohinya en Myanmar, la de los Uigures en China, las de los kurdos o la de los palestinos son ejemplos de represiones contra el mundo árabe
La represión de los uigures en China, la situación de los kurdos (divididos en tres Estados), o incluso la persecución y el genocidio que se está llevando a cabo de forma sistemática y organizada en Palestina desde hace más de 50 años, constituirían otros ejemplos de represiones contra el mundo árabe que quedan remitidas a segundos planos del periodismo internacional, debido a intereses económicos de los medios de comunicación y al sensacionalismo político; ocupando el espacio mediático que debería pertenecer a este tipo de acontecimientos con desinformación, sucesos aislados o luchas ideológicas en los parlamentos nacionales.