“Se veía venir”, “ya lo decía yo”, “lo sabía”: videntes del ayer desde el hoy, generalmente de talante agorero y aguafiestas.

Yo los llamó profetas del ayer, pero para que no crean que me estoy refiriendo a los profetas bíblicos o a los videntes, me explicaré mejor.

Utilizo esta denominación para referirme a quienes nos cuentan desde el hoy lo que ya sabían ellos desde hace tiempo que iba a suceder- aunque ayer nada dijeron. Vaticinadores del ayer.

Sus frases habituales son “ya lo decía yo”, “se veía venir”, “lo sabía”, “barruntaba lo que iba a pasar”,…y otras similares; admisibles en el humor de José Mota, “si es que esto se veía venir”, pero no en las relaciones humanas serias.

Los profetas del ayer podrían ser catalogados, a posteriori, de agoreros, porque, generalmente, lo que veían venir está relacionado con hechos negativos, desagradables, tristes, amargos.

Por supuesto, añaden hoy toda clase de explicaciones y matices sobre los sucesos que ellos barruntaban, pero callaban. Este comportamiento es frecuente en el mundo de la economía, en las tertulias y en los ámbitos familiar, profesional y de la amistad: cuando los precios ya están disparados, cuando se produce una brutal caída de la Bolsa, ante desgracias naturales, accidentes, sucesos sociales,…: “se veía venir” y nos dan detalles.

No confundir con los historiadores, un respeto para ellos, que analizan y reflexionan sobre sucesos pasados para extraer conclusiones.

Los profetas del ayer reflexionan poco, se limitan a tirarse el pegote, alardear de adivinos con aire escéptico y manifestarse cansinamente, como los viejos que ya lo han visto todo. Antonio Machado los definió con exactitud: “Los que están de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte.”

Si les preguntas por qué no te anticiparon el suceso que esperaban desde su clarividencia, salen por los cerros de Úbeda: “por si me equivocaba”, “para no disgustarte”, “para no alarmar”,… Y yo les digo: ¿por qué hoy me dices “se veía venir”? Si eres mi amigo y me siento contrariado por el suceso que barruntabas y ha sucedido, ¿pretendes volver a martillear en el clavo?, ¿presentarte cómo una persona bien informada?, ¿cómo un hombre de mundo, experimentado, con la vista cansada de tanto como has visto?

Y si pensabas entonces que, tal vez, podías estar equivocado, ¿a qué viene ahora hacerte el avisado?

Si realmente estabas convencido de lo que habría de venir, tendrías que haber actuado con empatía, tratando de comprender y compartir los sentimientos de quien, en algún momento, podía sufrir, vivir una decepción, una deslealtad, una contrariedad, un daño, un perjuicio, o una desagradable sorpresa.

A los “profetas del ayer” habría que recomendarles prudencia y humildad.

Con su actitud, carente de valor, ponen de manifiesto que desconocen la sensibilidad, y su discurso es un ridículo adorno para darse postín, como decían los castizos; en otros casos, son aguafiestas, voceros de las malas noticias, cenizos, espantagustos, pesimistas recalcitrantes, sombríos.

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