A quien no le suene lo que es el mito de la caverna, se trata de un símil sobre la realidad de nuestro conocimiento. El mito de la caverna lo enuncia el filósofo griego Platón en el siglo IV a.C. dándonos a entender que nos encontramos en una caverna desde que nacemos y que las sombras reflejadas en las paredes son lo que consideramos la realidad. Esas sombras son mostradas por terceros para sesgar la manera de pensar de los prisioneros en la caverna, que somos nosotros. Los prisioneros creen que la caverna el mundo real, sin darse cuenta de que son las sombras proyectadas de objetos. 

La particularidad de la historia reside en que uno de los prisioneros consigue escapar fuera de la caverna y llega al mundo exterior, donde realmente se da cuenta de la verdad. Al volver a la caverna a intentar ayudar a sus compañeros, muchos son reacios a tomar el camino tachándolo de loco ya que su normalidad es la realidad que siempre les han enseñado. Pues bien, vamos ahora a aterrizar el mito de la caverna con los impuestos que hay en España.

En primer lugar, somos ciudadanos que estamos en una caverna en la que nos dicen que nuestros impuestos son necesarios para la sanidad, la educación, la justicia, etc. Y que existe un contrato social con el Estado en el que el ciudadano acata un ordenamiento y paga unos impuestos a cambio de que el Estado le brinde seguridad y libertad. Por lo que se cede a un tercero determinados derechos a cambio de un impuesto, con el que el tercero pone las herramientas para hacer cumplir los derechos adquiridos por el contribuyente.

En segundo lugar, las sombras que son la realidad mostrada en la caverna, empiezan a dibujar incoherencias. Por lo que después de numerosos fallos comienzas a preguntarte qué pasaría si en vez de dotar ese impuesto al Estado para que lo gestione, lo utilizaras tu para gestionarlo de acuerdo con tus necesidades. Ya que nadie te conoce mejor que tu mismo. En esa transición, empiezas por tu cuenta analizar para qué se dedica cada partida de impuestos y te vas dando cuenta que existen claras ineficiencias en la manera en la que el Estado ejecuta sus deberes a los contribuyentes.

Desde esa caverna, ves otras cavernas que pagan bajos impuestos al Estado con resultados muy diversos: el Estado de la caverna llamada Panamá podría funcionar mejor mientras que el Estado de la caverna llamada Suiza funciona correctamente. También hay cavernas que pagan altos impuestos al Estados, también con resultados diversos: el Estado de la caverna llamada España podría funcionar mucho mejor mientras que el Estado de la caverna llamada Noruega funciona de una mejor manera.

Según vas saliendo de la caverna, tomando altura y perspectiva, te vas dando cuenta que el Estado simplemente te roba. Y económicamente te roba o te multa porque no recibes lo que tácitamente has firmado en tu contrato social. Por eso sales de la cueva, porque te das cuenta de que no funciona. Porque hay muchos parásitos y sátrapas viviendo en la caverna de mostrar sombras a la ciudadanía para seguir en su sitio calentito, bien protegidos.

Y al salir de la cueva, te das cuenta de que no necesitas al Estado. Pues tienes que proteger tu casa cuando te la allanan porque un tercero quiere residir ahí; porque tienes que contratarte un seguro de salud privado porque por la sanidad pública hay meses de espera; que tienes que educar a tus hijos porque la educación que brinda el Estado es cada vez más nefasta; que la justicia que brinda el Estado tiene un decalaje de un año porque los juzgados están colapsados; que tienes que pagar por circular por una carretera habiendo pagado ya impuestos por ello. Y entonces, solo entonces, te sientes libre. Por que no tienes que delegar en un tercero tu soberanía.

Una vez respirado el aire puro de tu soberanía vuelves rápido a contar a tus compañeros la consciencia que has adquirido y esta visión entra conflicto con su realidad. Al contarles algo que ataca la realidad que les han mostrado las sombras, comienzan a insultarte: “facha”, “insolidario”, mientras aplauden a la sanidad pública esperando pacientemente 8 meses para una prueba ginecológica y dos meses a una cita previa para conseguir una licencia urbanística.

Al final tú estás tranquilo, pues has dejado el mensaje. Entiendes que es difícil de aceptar pues va contra todo lo que te han enseñado, has visto y has oído; pero que puede ser el germen para que algún prisionero de la caverna se empiece a hacer preguntas. Y hacerse preguntas es el origen para poder salir de la caverna, y al salir volverás a entrar para ser insultado de nuevo al contar lo que hay fuera. Con la única diferencia, que ahora fuera de la caverna cada vez somos más.