El desmesurado incremento de la carga impositiva y de los gastos generales provoca un constante goteo de cierre de comercios que llevaban décadas trabajando.
He leído en las últimas semanas, con la misma dosis de pena que de preocupación, varias noticias en las que informaba del cierre de algunas tiendas de toda la vida. Comercios emblemáticos, de esos que todos conocemos, como puede ser el caso de la perfumería Tito de la Peña, de Pontevedra, o de Muebles Cancelo, de Vilagarcía, la ferretería de barrio A Cubela en A Coruña, etc. Negocios con décadas de trayectoria que, por una razón u otra, se ven ahora abocados a bajar la persiana de forma definitiva.
En muchas ocasiones, el cierre de comercios tradicionales no se debe exclusivamente a la competencia de las grandes superficies comerciales o al comercio on line
Casi siempre que surge el debate sobre los por qués de estos cierres, afloran cuestiones como la competencia feroz que ejercen las grandes superficies o las ventas online. Pero yo, que algo sé del tema, aunque solo sea porque mi familia lleva 55 años al frente de un comercio físico, defiendo que las causas últimas y determinantes son otras.
Competencia siempre la habido y las grandes superficies y centros comerciales no se implantaron de ayer para hoy, así que considerar que esos son los motivos por los que negocios, que llevaban mucho tiempo funcionando, hayan tenido que abandonar su actividad, me parece una simplificación inaceptable.
Una de las principales razones del cierre del comercio local se debe al desmesurado incremento de la carga impositiva: cuota de autónomos, cotizaciones sociales, IRPF, IAE, IBI, IVA, …
Lo que realmente está poniendo en dificultades a los propietarios de muchos comercios tradicionales son las cargas impositivas y las obligaciones a las que tiene que hacer frente. Podemos estar hablando de que, en la última década, se han incrementado en un 500%.
Nada tiene que ver la cuota de autónomos que pagamos hoy, con la que pagábamos hace 25 años. Y otro tanto ocurre con las cotizaciones de nuestros trabajadores o con los impuestos. Tanto el IRPF como el Impuesto de Sociedades, el IAE o el IBI se han incrementado en unos porcentajes muchas veces inasumibles. Como inasumible es que tengamos que adelantar el IVA del producto que tenemos en el almacén o en exposición.
A la carga impositiva hay que sumar los gastos de gestoría, insumos, informática, gastos bancarios, seguros, transporte de mercancías, registro de patentes y marcas, prevención de riesgos, protección de datos, alquiler del local, publicidad, …
Además de esta carga impositiva, el comerciante tiene que hacer frente al coste que le supone la gestoría (incluidos los gastos de registros de cuentas en el Registro Mercantil), a los suministros (luz, agua, teléfono, internet…), al pago del dominio, alojamiento web y software, a los gastos bancarios (comisiones mantenimiento de cuenta, comisiones por el TPV, transferencias…), a los incontables seguros, al transporte –llevar hoy un mueble de Ribadumia a Santiago nos cuesta diez veces más que hace unos años-, a los peajes , al registro de entrada y salida de trabajadores, al registro de patentes y marcas, a la contratación de una empresa para la prevención de riesgos o para la protección de datos. Además de otros gastos generales como el alquiler del local, el material de oficina o los gastos de marketing y publicidad.
El problema es que el comercio tradicional no puede repercutir de la misma manera el enorme incremento de la carga fiscal y de los gastos generales en los productos que vende porque dejaría de ser competitivo
Con estos datos en la mano, ustedes mismos se harán cargo de si es posible o no sacar adelante un negocio físico con semejante presión fiscal y con semejantes gastos generales. Porque, lo que es incuestionable, es que lo que no podemos hacer nosotros es incrementar nuestros márgenes comerciales en esa misma proporción, ya que te sales del mercado y dejarías de ser competitivo.
Por lo tanto, si de verdad queremos mantener en el tiempo el comercio de toda la vida, lo que hay que hacer es revisar las imposiciones y las obligaciones y eliminar o reducir sensiblemente una parte de ellas. De lo contrario, haya o no centros comerciales, haya o no comercio online, seguiremos leyendo día sí y día también noticias de más tiendas que cierran para siempre.