En un reciente informe, la Autoridad Independiente del actual Ejecutivo

Una vez que un programa de gobierno ha sido votado en unas elecciones y ha resultado ganador, el siguiente paso es elaborar un presupuesto para que se ejecuten las ideas de ese programa. No vamos a entrar a valorar sobre cómo se obtiene la aritmética parlamentaria para poder sacar adelante unos presupuestos. En este artículo se va a hacer hincapié en la importancia de las proyecciones de un buen presupuesto, para que no haya descuadres importantes a un año vista. Después de la realización del presupuesto, vendría otra tarea no menos importante: la ejecución de este, que tampoco es el objeto de este artículo.

Un presupuesto es una hoja de ruta que se elabora en toda organización económica para dotar de fondos a partidas que, en su conjunto, se encaminan a conseguir unos determinados objeticos. Si una parte del presupuesto se encarga de dotar fondos, otra parte recoge de dónde se obtendrá la financiación para la dotación de dichos fondos. Desde organizaciones sin ánimo de lucro, pasando por comunidades de vecinos y por supuesto, tanto las organizaciones y empresas públicas como privadas, realizan presupuestos anuales. Por lo tanto, las administraciones también realizan estos presupuestos, y de su correcta implementación dependen millones de personas.

Los presupuestos anuales se suelen enmarcar en un programa estratégico, pero en España al menos, la democracia es antagonista de lo estratégico. Si cada cuatro años hay un cambio de gobierno en las diferentes instituciones, y los juramentos del cargo se dan con la destrucción de documentación por parte del equipo gestor anterior, es muy difícil que se puedan realizar planes estratégicos. También la propia democracia genera que haya un sesgo en los planes estratégicos hacia las siguientes elecciones, en vez de mirar hacia un período mayor para el beneficio de los ciudadanos, independientemente del color del partido que gobierna.

El actual gobierno pretende lograr la cuadratura del círculo: promete a la Comisión Europea disminuir el déficit del Estado y acuerda con sus socios de gobierno elevar el gasto público a cifras récord.

Una vez aterrizada la idea sobre la importancia de los presupuestos, vamos al problema actual. En un reciente informe, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) desacredita los cálculos presupuestarios que el Ejecutivo actual ha presentado. Es muy difícil realizar la cuadratura del círculo. Por un lado, el actual Ejecutivo ha prometido a la Comisión Europea disminuir el déficit del Estado, mientras que el mismo Ejecutivo ha acordado con sus socios de gobierno elevar el gasto público a cifras récord. Entonces, ¿esto quién lo paga? ¿De dónde sale el dinero para poder gastar más y a la vez reducir la brecha entre ingresos y gastos?

Pues muy sencillo: de los impuestos. Y los impuestos vienen dados dependiendo del crecimiento del país. De una manera resumida, si España como país crece más, recaudará más impuestos que si España crece menos. Y aquí es donde viene el problema. Si al final del año no se crece lo que se ha presupuestado y en cambio se gasta lo presupuestado, el déficit aumenta.

El Gobierno estima que el déficit público cerrará este año en el 3,9% y el año que viene en el 3%. Por realizar una analogía aproximada, quiere decir que si España fuera una familia que gastara 100.000€ al año, ingresaría 96.100€ este año y 97.000€ el año que viene. El Estado, como las familias, tiene dos vías para poder luchar contra el déficit: o el ahorro o el crédito. Y como España no tiene ahorros, se tiene que endeudar, y cada vez a un interés mayor, lo cual genera más déficit. La pregunta aquí sería ¿no sería más fácil cuadrar el déficit y no gastar tanto?

Hace unas semanas la Comisión Europea negó los números del ejecutivo, corrigiendo sus estimaciones de déficit para el 2023 desde el 3% anunciado por el Gobierno al 4,1% del Producto Interior Bruto (PIB) y en 2024 desde el 3% anunciado por España al 3,2%. Esta diferencia, medida en las magnitudes de la contabilidad nacional, simbolizan un desajuste de millones de euros. Y volvemos entonces a la pregunta inicial, ¿y por qué no se gasta menos? Pues resumidamente, porque hay que mantener un sistema clientelar del que vive parasitariamente mucha gente, lo que genera ineficiencias.

La AIREF ha afeado al gobierno central sobre la poca veracidad de los presupuestos generales del Estado y sobre las previsiones de la Seguridad Social.

La AIREF no solo ha llamado la atención al gobierno sobre la poca veracidad de los cálculos presupuestarios, sino también sobre sus previsiones del agujero de la Seguridad Social. Mientras el Gobierno estima que el aumento de las pensiones se financiará con un aumento de las cotizaciones sociales, la AIREF informa que será imposible reducir el déficit de la Seguridad Social y que éste, cada año, supondrá un 0,4% del PIB.

En consecuencia, tanto la Comisión Europa como la AIREF piden al gobierno unos presupuestos realistas para poder cumplir con el nuevo marco fiscal europeo. Ambas instituciones también llaman a la colaboración entre la Administración Central y las Comunidades Autónomas para que la canalización de las medidas fiscales sea óptima.

En definitiva, nos encontramos con un “plan de reequilibrio” presentado por el Gobierno que es irrealizable y que se salta las reglas de gasto que España tiene que cumplir con Europa. A la falta de unos presupuestos eficientes se une la deficiente ejecución de estos, por lo que Administración Central no puede realizar las transferencias oportunas ni pagar los servicios de terceros. Todo ello salpimentado con un aumento del gasto político sin precedentes y con una bajada de eficiencia del Estado que hace que, por cada euro de impuesto recaudado, revierta en la economía menos de la mitad. Cuando lo lógico sería que, por economías de escala, cada euro de impuesto recaudado se revirtiera en la economía en su totalidad o incluso en mayor medida.