La cifra de nóminas públicas ha llegado a una nueva cota histórica. Todo lo recaudado de Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) va a esta partida, que ya supone un 25% del gasto total.
Desde el punto de vista teórico en economía, pagar impuestos tiene sentido y es eficiente. Se tienen que dar una serie de premisas, pero todo tiene su lógica. En primer lugar, los impuestos tienen que buscar la sostenibilidad básica del Estado, evitando ahogar a los contribuyentes; de esa manera se optimiza la recaudación. En segundo lugar, la transmisión de los impuestos a la economía real es eficiente por economías de escala: es más eficiente una sanidad (bien gestionada) para todo el país que 17 sanidades regionales, por la razón que una central de compras conjunta puede tener obtener un mejor precio que si las 17 sanidades van a comprar por separado. A parte en términos de coordinación y colaboración.
El problema es que es que en España la gestión pública no es eficiente y por ello no tiene sentido pagar impuestos. ¿Pero entonces cómo se paga la educación, la sanidad y las carreteras? La suma de justicia, sanidad, educación y carreteras no llega ni al 10% de la recaudación de impuestos que se realiza en España. A nivel de diputaciones, ayuntamientos y pequeñas agrupaciones locales, tan solo el pago de salarios representa cerca del 40% de su presupuesto. Por lo que hacer eficientes los impuestos, centralizando decisiones, tendría la consecuencia de que se destinarían más saldo a las partidas presupuestarias destinadas a mejorar la sociedad.
Si cada vez se puede agilizar un mayor número de procesos, ¿cómo es posible que el número de nóminas públicas no paren de aumentar?
La cifra de nóminas públicas ha llegado a una nueva cota histórica. Todo lo recaudado de Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) va a esta partida, que ya supone un 25% del gasto total. Pero entonces, si no pagamos impuestos ¿cómo se van a mantener la sanidad, educación, justicia y carreteras? La pregunta real sería, sino pagamos impuestos ¿cómo se van a mantener a tanta persona que vive del Estado? Esta cifra ha superado por primera vez los 160.000 millones de euros anuales.
Recordemos que desde Europa se está ayudando a España, enmarcado en los fondos “next generation”, en digitalizar y automatizar procesos de la administración pública. Si cada vez se puede agilizar un mayor número de procesos, ¿cómo es posible que el número de nóminas públicas no paren de aumentar? Si bien es verdad que el número de funcionarios ha aumentado, lo que ha aumentado más es el número de cargos discrecionales asignados a dedo por parte de los diferentes partidos políticos. Da igual que sean rojos, azules, amarillos, verdes, morados o con estrellitas independentistas, todos forman parte de una industria que da de comer a mucha gente de forma improductiva.
Según la encuesta de población activa, (EPA) hay cerca de 3,6 millones de empleados públicos y políticos, lo que supone 281.000 personas más que antes de la pandemia.
Según la encuesta de población activa, (EPA) hay cerca de 3,6 millones de empleados públicos y políticos, lo que supone 281.000 personas más que antes de la pandemia. Esta cifra, medida en número de nóminas, hace que el Estado sea la segunda mayor industria de España, tan solo por detrás del turismo. El incremento en el número de efectivos públicos no responde a ningún tipo de planificación, siendo discreción del organismo político que esté al mando en cada circunscripción.
Es paradójico que los procesos de digitalización en el sector privado estén reduciendo empleos y tengan un efecto contrario en el sector público. La rotación de empleos en el sector privado ha hecho que se reduzcan los suplementos salariales por antigüedad laboral. Sucede lo contrario en la cosa pública, cuya peculiar estabilidad, hace que los complementos anuales por antigüedad (trienios) se sitúen en máximos. Sin contar que en la “industria” pública se perciba un sueldo medio superior en más de un 50% al sueldo medio de los trabajadores de la industria privada. Cuando son los segundos los que pagan los sueldos a los primeros.
Una vez el paraguas de lo público se acabe, muchos tendrán que enfrentarse a la realidad y demostrar con cifras si valen el sueldo que tienen.
Es sintomático que ningún gobierno, del color que sea, haya querido realizar una auditoría a la maraña de entes públicos en la que trabajan la mayoría de las nóminas públicas nombradas discrecionalmente. En la actualidad, hay más de 19.000 entes públicos con un récord de ministerios, consejerías, concejalías y de representantes políticos. Luego adicionalmente hay gastos discrecionales sin ningún tipo de sentido económico y que responder a un menester político como los 3 millones de gasto en el Congreso para instalar pantallas táctiles que permitan traducir del catalán al castellano. De nuevo, este tipo de gastos se da en los rojos, azules, amarillos, verdes, morados o los de las estrellitas independentistas.
Es por ello por lo que la bola de nieve de ineficiencia y sueldos públicos cada vez se hace más grande y cuanto más se tarde en meterle mano más difícil será. Mejor este año que el siguiente. Mejor dentro de 5 años que dentro de 10. Seamos razonables y tratemos al dinero público como tratamos a nuestro dinero propio. El problema viene que hay mucho empleado público que no puede sostener con sus acciones el salario que recibe.
Si multiplicamos esta realidad por miles de empleados que cobran más de lo que generan, se da una ineficiencia en la que se pagan más impuestos de los que se reciben a cambio, cuando tendría que ser al revés. Es por ello por lo que, los que pueden, están huyendo de España por la ineficiente presión fiscal, ¿Insolidarios o conscientes de lo que viene? Si se corta de raíz, habrá muchos miles de personas que lo pasarán mal, porque tendrán que demostrar con acciones en el mercado laboral el sueldo actual que están cobrando de la cosa pública. Y una vez el paraguas de lo público se acabe, muchos tendrán que enfrentarse a la realidad y demostrar con cifras si valen el sueldo que tienen.