Y las gafas de 8,7 millones de españoles, que son los que decidieron el 28-M, pero hay que mirar al 23-J con prudencia y convenciendo.
En sus comparecencias diarias en los medios de comunicación el señor Sánchez olvida la sentencia de Campoamor: “En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según del color del cristal con que se mira”.
Con sus gafas usted ve su “limpieza” y los ciudadanos ven sus imperfecciones: “Soy un político limpio, aunque no perfecto”.
Con sus gafas usted ve rectificación donde los ciudadanos ven mentira: “Para mí eso no es mentir, es rectificar”; “No he mentido, he cambiado de opinión”. Le recuerdo que Felipe González añadió al dicho “rectificar es de sabios”: “… y tener que hacerlo a diario es de necios”.
Con sus gafas usted ve hechos y los ciudadanos tienen sobre ellos una opinión notablemente diferente a la suya. “Una cosa es la opinión y otra los hechos”.
Con sus gafas, usted observa “mayor tranquilidad en la sociedad catalana” y considera un error la “judicialización de una crisis política”; pero los votantes perciben que los independentistas no han renunciado al referéndum de autodeterminación, pese que usted les indultó, suprimió el delito de sedición y modificó a su medida el delito de malversación.
Con sus gafas usted no leyó, o leyó mal, los informes de las más altas instituciones judiciales españolas, sobre la tipificación del delito de atentado contra la unidad nacional en los códigos penales de “las grandes democracias”. “Las grandes democracias no tienen delito de sedición”, y los ciudadanos nos preguntamos si esta frase suya es mentira, ignorancia o cambio de opinión.
Con sus gafas, en su fuero interno, ha interpretado la expresión “sanchismo” como una ideología, una concepción del Estado, exportable, pero lo que hemos visto los votantes es una forma de hacer política que no nos gusta.
Dice usted que “Una cosa es la opinión pública y otra la publicada”: la opinión pública habló el día 28 de mayo de forma clara, contundente; en cuanto a “la publicada”, no debería quejarse, porque los grandes grupos de comunicación y sus comunicadores habituales beben los vientos por usted y por todo lo que ha hecho.
Dice usted “Asumo la responsabilidad de la ley del ‘solo sí es sí’, pido disculpas a las víctimas”. Algo es algo, pero no suficiente, porque las reducciones de condena y las excarcelaciones seguirán produciéndose y el pasado no tiene arreglo. ¿Qué dirán las víctimas, no deseables, de los violadores excarcelados que reincidan?
Dice usted que no cesó a Irene Montero porque antepuso “siempre la estabilidad institucional y una mayoría parlamentaria“. Pues para muchos, ante el tremendo error que cometió, previa y reiteradamente advertido, tendría que haber pensado más en las víctimas que en la estabilidad institucional y la mayoría parlamentaria, o ¿tal vez usted identifica estabilidad institucional con permanencia en el cargo?
No me duelen prendas y le daré la razón en una de sus quejas: sobran los numerosos insultos que ha recibido; quienes los profieren habitualmente deberían aprender a ser duros con la palabra, pero sin utilizar improperios. Ahora bien, me tomo la libertad de pedirle que rebaje sus ínfulas, su altivez, su soberbia y la ira que le atenaza en ocasiones -no hay más que observar sus mandíbulas contraídas.
Usted y el señor Zapatero ven en el futuro “retrotraerse hacia atrás”, “un país de sombras”, “la negación de la ciencia”, “la negación de la cultura” y hasta al lobo del cuento. Sin embargo, al menos 8,7 millones de españoles miran al horizonte con esperanza, ilusión y prudencia.