Una reflexión sobre el viejo proyecto de recuperar el margen izquierdo del río Mandeo.
Seguimos a vueltas con la antigua capital del Reino porque, a fuerza de ir tan despacio, hasta lo viejo resulta de rabiosa actualidad.
Hubo un proyecto que va camino de cumplir los veinte años, que consistía en conquistar todo el margen izquierdo del río Mandeo en su tramo urbano, pudiendo enlazar de modo ininterrumpido el paseo de la Tolerancia con la popular senda natural, rio arriba.
La idea era abrir paso público y dejar de dar la espalda al rio, eliminando pequeñas construcciones y cierres inconvenientemente construidos junto a ese cauce y acercar la capital brigantina a ese paraíso natural como un polo más de atracción turística y de recreación.
El proyecto inicial tuvo su discusión, por cuanto en el tramo medio planteaba atravesar un juncal que debía ser protegido. Recuerdo entonces a grupos naturalistas colaborando y dando alternativas para avanzar sin dejar de proteger.
Es necesario retomar el diálogo y las soluciones para devolver a los ciudadanos el margen izquierdo del río Mandeo a su paso por Betanzos.
Hasta donde yo llegué en mi servicio público, se iniciaron, no sin sus discusiones, las expropiaciones necesarias para liberar ese margen, durante el gobierno del Partido Popular. Me consta que ya hace bastantes años eso ha dejado de ser una limitación.
Así que ahora me asaltan las preguntas ¿Que fue de todo aquello?
Miro con envidia como, por ejemplo, en Miño se pudo abrir una senda blanda entre Ponte do Porco y el puerto de la localidad sin tantos meneos. ¿Tenemos aquí la piel más fina o vamos sobrados?
Pero puestos a preguntar quizá hay que ir más atrás, ¿interesa esa senda? Me refiero al gobierno y a la oposición. Si la respuesta es negativa poco más hay que decir.
Cuando hay una actitud proactiva, y se buscan los límites de lo posible, avanzamos.
Pero si hay ese interés, ¿qué pasa entonces?, porque la lentitud nos meterá en la próxima glaciación. Ni se tira del carro ni se azuza desde enfrente y esta es una percepción general, con lo que, mal futuro nos espera.
Cuando hay una actitud proactiva, y se buscan los límites de lo posible, avanzamos. Sin embargo, cuando los frenos normativos y conservacionistas sirven solo de excusa, estamos condenándonos al ostracismo.
Ya sé que todo se ha complicado, que casi nada está autorizado, que da pereza mover un expediente con todo lo que requieren hoy, ¡pero es que se nos va el futuro!
Prohibir es sencillo, pero dialogar para encontrar soluciones es el camino que beneficia a todos.
Echo de menos el coraje para enfrentarse, con sentidiño, pero con gallardía, al maremágnum normativo y proteccionista que suele complicarnos el presente. Hoy se juega al todo o nada, hemos renunciado a la sencillez, al ir avanzando y al equilibrio natural de las cosas.
Prohibir es lo más sencillo para evitar posibles complicaciones; ni siquiera unos y otros reflexionan sobre posibles alternativas ¡Y así nos va!
De no tocar al enfermo para no hacerle daño a dejarlo morir desatendido, hay un margen muy pequeño. Como siempre tiene que haber equilibrio entre los fines y los medios, pero la guía tiene que ser dar vida.
Y, sin embargo, parece claro que otros siguen progresando a pesar de la coyuntura normativa. ¿Será que ellos no tienen frenos o realmente es una cuestión de voluntad?