Padres de algodón y una generación de cristal que acabará como adultos vulnerables, frustrados, y emocionalmente rotos.

Mucho se habla sobre si los jóvenes de hoy son mejores o peores de lo que fuimos nosotros, o si nosotros fuimos mejores o peores de lo que fueron sus abuelos. Generaciones pasadas y actuales se victimizan constantemente y se censuran unas a otras por querer ser las más genuinas. Un debate quizá sugerente para la sobremesa, pero absolutamente estéril para llegar a nada concluyente. A unas les marcarían las carencias, a otros la tecnología, o a los de más allá las libertades…. Lo que sí tengo claro es que nos encontramos ante la peor generación de padres y madres de la historia. Yo, el primero.

Nos empeñamos en que nuestros hijos no sufran y en hacerles la vida lo más confortable posible. Gran error. No podrán superar obstáculos ni asumirán la más mínima frustración.

Nos empeñamos que nuestros hijos no sufran bajo ningún concepto. Hemos decidido defenderlos a toda costa y hacerles la existencia lo más confortante posible. Esto puede parecer una obviedad, un rasgo intrínseco al rol de papás. ¿Quién va a estar en desacuerdo? ¿verdad? Pero esta intención, aparentemente irreprochable, puede ocasionar justamente el efecto contrario, al estar creando una nueva quinta incapaz de afrontar los obstáculos que la vida les deparará, de asumir la mínima frustración, o de superar cualquier situación compleja que se le presente.

Hay demasiados super papás que creen que sus hijos son el centro del universo y que sumergen a los niños en una burbuja social en la que pareciera que nada cuesta

Voy a referirme a los súper papás que creen que sus hijos son el centro del universo. Aquellos energúmenos que insultan como locos al contrario o al árbitro que no pitó nosequé cosa a su Messi de ocho añitos (tranqui chaval, aquí estoy yo para salvarte). Los que acompañan a sus hijos a las entrevistas de trabajo (sí, muchos), o a las revisiones de los exámenes para exigir a los profesores que los aprueben. Los que no son capaces de decir no tengo, no puedo, no hay, sin que les invada la culpa. Los que viven como propias la vida de sus hijos (Nena, es el cumple de Vane y no subiste nada a Instagram). Los que, apenas empezado el curso, se unen con otros súper papis para organizarles a los peques el viaje de graduación soñado, sin esperar resultados para premiar el esfuerzo. Los que piensan que solo en Madrid o Estados Unidos hay universidades. Los súper papás que solo se sienten bien cuando lo dan todo, incluso lo que no tienen, y sumergen a los niños en una burbuja social en la que pareciera que nada cuesta. Los papifans que corren a poner corazoncitos y comentarios chorras a las publicaciones de sus hijos en las redes. Tantos …

Cuanto más sobreprotegemos a nuestros hijos, más débiles y vulnerables los convertimos

Puede que estemos confundiendo el aconsejar, acompañar, o proteger, con sobreproteger y sobre estimular. Al revés de lo que puede pensarse, cuanto más sobreprotegemos a nuestros hijos, más débiles y vulnerables los convertimos. Está archi demostrado. Todo es un “sí”, porque no quiero que sufras, y todo es un “sí” porque quiero que me quieras. Actitudes frecuentes de padres facilitadores que no ponen límites a sus hijos y que evitan, a toda costa, que pasen por determinadas situaciones, sin pensar que se les están impidiendo desarrollar las herramientas que algún día necesitarán para afrontarlas. Porque estas situaciones llegarán, tarde o temprano, ya que el sufrimiento es parte intrínseca de la vida. Tenemos que asimilar que tanto aprendemos de las cosas buenas como de las malas. 

Padres de algodón y una generación de cristal que acabará como adultos vulnerables, frustrados, y emocionalmente rotos.