La todavía vicepresidenta primera y ministra de asuntos económicos ​​, Nadia Calviño, ha querido hacer un último gesto de agradecimiento a su amado líder, Pedro Sánchez, antes de aterrizar plácidamente en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y ha lanzado dos dardos al líder de la oposición, el popular Alberto Núñez Feijoó, al que instó a “respetar las instituciones” y le exigió que acudiese corriendo a la llamada de Sánchez: “Cuando el presidente llama a alguien para que vaya a la Moncloa, se va“.

Hoy vamos a demostrar que, una vez más, en la política actual se cumple el refrán “ver la paja en el ojo ajeno, y no en la viga del propio”. Empezamos:

  1. Respetar las instituciones significa no canjear una amnistía por un puñado de votos para gobernar a toda costa y no denigrar con esta decisión arbitraria al poder judicial, uno de los pilares fundamentales de una democracia.
  2. Respetar las instituciones significa acompañar al jefe del Estado en todos sus viajes oficiales, como, por ejemplo, a la toma de posesión del presidente Milei en Argentina, donde no hubo manera de que ninguno de los 22 ministros del actual gobierno de Sánchez hiciera un hueco en sus “apretadas agendas”, para acompañar al Rey Felipe VI en su tarea de representar a España, como siempre ha sido habitual. Viajó hasta Buenos Aires un simple secretario de Estado, lo que supone una nueva ofensa a la máxima institución del Estado y una afrenta a los argentinos. En un acto de esta importancia, tocaba que asistiese el propio presidente de Gobierno que, recordamos, ni se dignó a felicitar a un presidente que eligieron los argentinos en unas elecciones democráticas, a pesar de que España tiene importantes vínculos comerciales y empresariales con ese país.
  3. Respetar las instituciones supone cesar de manera fulminante al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, que ejerció “desviación de poder”, según sentencia del Tribunal Supremo, ya que nombró fiscal de Sala de lo Militar en septiembre de 2022 a Dolores Delgado, ministra de Justicia hasta enero de 2020 y, posteriormente, nombrada por Sánchez fiscal general del Estado hasta julio de 2022. La sentencia es demoledora y estima que había otro candidato con más méritos: «la potestad de designar a la nueva fiscal de Sala no era propiamente hacerlo en quien concurrían los mejores requisitos de mérito y capacidad, sino en un a modo de gratitud del candidato propuesto hacía la designada y en correspondencia con un pretendido deber institucional, pese a reconocer que dicho nombramiento no era el legalmente procedente, como se razona con suficientes argumentos en la sentencia». Este escándalo, en cualquier país democrático, supondría el cese fulminante de este fiscal general del Estado. Aquí ya sabemos que Sánchez prefiere aquello de “pelillos a la mar”.

  1. Respetar a las instituciones es que Pedro Sánchez asuma su decisión arbitraria de nombrar, en octubre de 2022, a la que fuera ministra de Trabajo entre 2018 y 2020, Magdalena Valerio, como presidenta del Consejo de Estado. De nuevo, el Supremo ha tumbado dicho nombramiento al no cumplir el requisito principal, ser una “jurista de reconocido prestigio”, como señala la sentencia: “Ha de ser la lograda y mantenida a través del ejercicio profesional prolongado de la abogacía o de cualquier función jurídica, judicial, fiscal, administrativa, docente, investigadora o de cualquier naturaleza que suponga un dominio del Derecho tan notable que despierte el aprecio profesional“. Y estos parámetros no se cumplían en el caso de Magdalena Álvarez. Sánchez lo sabía, pero solamente pretendía colocar otra persona dócil para manejar a su antojo otra institución.

  1. Respetar las instituciones es que Sánchez no bendiga las comisiones de investigación, que impulsan Junts, ERC y Bildu en el Congreso de los Diputados, para denostar a los cuatro jueces del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, Manuel Marchena, Carlos Lesmes y Carmen Lamela, que han protegido el Estado de Derecho haciendo cumplir las leyes e impartiendo justicia de forma impecable ante hechos delictivos graves, como los que sucedieron con el frustrado referéndum de independencia de Cataluña en octubre de 2017.

Hay muchos más ejemplos, pero estos cinco son suficientes para demostrar lo de “la paja en el ojo ajeno”. Respecto a la segunda afirmación de Nadia Calviño, exigiendo a Feijoó que acuda raudo y veloz cuando Sánchez le da un silbido, para sentarse a hablar de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), suponemos que el líder popular no se fía un pelo de Tirano Pedrone con todos los antecedentes existentes de sus fechorías institucionales y huye del agua como gato escaldado.

Sánchez lleva muchos meses ninguneando a Feijoó, negándole reuniones para informar sobre temas de Estado, ni siquiera le ha felicitado porque el popular ha ganado las elecciones generales y ahora le ha entrado las prisas por sentarse a “dialogar”.

De todas formas, el amado líder lo tiene muy fácil para renovar el CGPJ. Al igual que ha hecho con la Ley de Amnistía, le dice al Grupo Parlamentario del PSOE que realice una propuesta de Ley Express para garantizar que el máximo órgano de representación de los jueces sea elegido por los jueces y no por el gobernante de turno, como sucede ahora, y seguro que, después de aprobar esa ley en el Congreso de los Diputados, a Feijoó no lo queda otra que sentarse a hablar con Sánchez.

Pero, el objetivo de Tirano Pedrone no es dialogar y llegar a acuerdos, es imponer su hoja de ruta e invadir otra institución que supone la última defensa para evitar el deterioro definitivo de la democracia en España.