El gigante asiático hace uso de su potente economía como arma de soft power para defender sus intereses, centrados en el aprovisionamiento de recursos naturales, el acceso al mar y la influencia política.
Como se ha explicado en el artículo anterior, la incursión de China en el continente africano se encuentra motivada por la expansión de su mercado a todo el mundo y su conectividad con Pekín. Sin embargo, existen otros factores a tener en cuenta como el abastecimiento de recursos minerales (inexistentes en suelo chino) y el control de enclaves estratégicos con acceso al mar que favorezcan a la BRI (Belt and Road Initiative: “Nueva ruta de la seda”).
Desde el nombramiento de Xi Jinping como presidente en 2013 y el inicio de la iniciativa de la BRI, el país asiático ha construido un total de 27 puertos en 27 países diferentes del continente africano. Esta estrategia viene impulsada por la deficiente y escasa salida al mar con la que cuenta el país, obligándole a buscar nuevas alternativas de acceso a rutas marítimas para poder maximizar su abundante comercio internacional.
En esta línea, China ha condonado el préstamo de inversión en infraestructura a 17 países hasta 2022. Todos los países beneficiados son muy ricos en recursos minerales y tierras raras, como República Democrática del Congo (cobalto, coltán y cobre), Mozambique (gas natural), Sudán (petróleo), Zimbabue (litio), o Malawi (tierras raras). De este modo, el gigante asiático está obteniendo sus pagos en materias primas cruciales para el desarrollo energético y tecnológico, lo que supone un beneficio muy rentable para una superpotencia que sigue aumentando su crecimiento.
Desde que Xi Jinping es presidente en 2013, China ha construido un total de 27 puertos en 27 países del continente africano y ha condonado el préstamo de inversión en infraestructura a 17 países hasta 2022
La influencia de Pekín a base de inversiones en África presenta, además, un componente añadido clave: el poder político. China da dinero a cambio de poder político con el fin de alinear a los estados africanos en sus propios intereses, proporcionándoles al mismo tiempo la satisfacción de los suyos (WIN/WIN).
Este control geoestratégico se puede apreciar claramente en la ubicación de la única base militar China en África, ubicada en Yibuti, país que, curiosamente, ostenta también una base militar americana. Ahora bien, ¿a qué se debe esto? Una vez más la razón de la estrategia tiene que ver con factores protección del comercio internacional, esto es, factores económicos.
Yibuti se encuentra ubicado al lado del estrecho de Bab el Mandeb, punto de conexión del Mar Rojo con el Golfo de Adén y, por tanto, ruta crucial para el tránsito del comercio internacional, lo que explica el ansia de ambas superpotencias de controlar la región marítima en favor de la seguridad de su tráfico mercantil.
Las acciones que está desarrollando China en el continente africano a base de inversión no se tratan más que de una nueva forma de sometimiento y control directo (a base de infraestructura china) e indirecto (influencia político-económica), que no se aleja demasiado de las relaciones neo-imperialistas que los estados occidentales han estado llevando a cabo desde el fin del proceso de descolonización.
La vía china parece mucho más prometedora y respetuosa con los estados africanos, gracias a su interés por el acercamiento del continente con el estado asiático mediante iniciativas como la FOCAC (Foro para la Cooperación entre China y África). No obstante, el objetivo nunca ha sido otro que incluir a África bajo su esfera de influencia mediante la instauración de políticas socialistas e inversiones financieras que atraigan a los políticos africanos hacia el bando chino. en lo que no deja de ser, una vez más, la lucha por la hegemonía mundial contra EEUU.