El comunicado de Errejón es auto exculpatorio por la “forma de vida neoliberal”, el “subjetivismo tóxico” y el “patriarcado”, toda una auto afirmación de hipocresía.
La hipocresía implica fingir cualidades, sentimientos o ideas, contrarias a las que realmente se ven, se sienten o se defienden. El hipócrita tiene una doble moral, una doble vida, dos personalidades: la aparente – ficticia, impostada, falsa – y la real, que permanece oculta tras una cortina.
El impostor, fariseo o falsario, no predica con el ejemplo, sino que hace lo contrario de lo que predica. Un sepulcro blanqueado.
El objetivo del hipócrita es concitar simpatías y ganar confianzas que le permitan acceder a privilegios o ventajas de cualquier clase; en suma, la hipocresía, por esconder la verdadera personalidad, de la que el propio actor se avergüenza ante sí mismo, es una estafa, un engaño, una mentira, una vida ficticia de cartón piedra, un escaparate.
Vana pretensión la del falsario, porque no se puede ser y no ser al mismo tiempo, bajo el mismo aspecto y siempre
El hipócrita puede ser un buen actor del personaje que interpreta, pero sólo durante algún tiempo, hasta que quienes le rodean perciben contradicciones en su vestuario de guardarropía, descubren las miserias que pretende tapar y deciden denunciarlo.
Se atribuye a Francisco de Quevedo la frase “La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política”; después de cuatro siglos habrá muchos que crean en su vigencia en cuanto a la segunda parte.
Respecto a la primera parte de la idea, parece que hoy, a la vista de los hechos, la hipocresía parece haber perdido la condición de pecado moral, pues las relaciones personales están impregnadas de impostura, fingimiento, apariencia, sonrisas interesadas y cortesía de conveniencia.
Pero el tiempo da y quita razones, descubre lo que estaba oculto y nos muestra la verdadera imagen del hipócrita, lo que hay dentro de su envoltorio.
Errejón ha pasado de azote de machistas, paladín de la igualdad y adalid del feminismo a un presunto depredador sexual al que no conocen de nada Yolanda Díaz, Mónica Díaz, ni siquiera su exnovia Rita Maestre
Azote de machistas, fiscal de los agresores sexuales a la mujer, paladín de la igualdad, adalid del feminismo, progresista con chaqueta y apariencia de modernidad y eterno adolescente con carita de bueno, amamantado desde la niñez en la izquierda. Aclaro que esta es la fachada. ¿De quién se trata?
Naturalmente, de Errejón. Al destaparse lo que había detrás de su cortina, se ha producido en ciertos ambientes un escándalo hipócrita: “se rumoreaba”, “se sabía”, “había habladurías en los corrillos de su ambiente”, …, bulos, al fin y al cabo.
Pero lo que comienza como bulo, frecuentemente acaba siendo palmario, denunciado, perseguido, investigado, juzgado y condenado.
Su comunicado, aun resultando confuso y sorprendente, a un ingenuo como yo le concedía margen para un cierto compadecimiento, por aquello del “desgaste de mi salud física, mental y mi estructura afectiva y emocional”. Sin embargo, la denuncia inmediata presentada por una de sus amigas ante la policía -antes en las redes sociales, como se hace hoy- esclarecía la situación.
El texto del comunicado es una declaración evidente de hipocresía. Veamos algunas frases:
– “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”.
– “No se le puede pedir a la gente que vote distinto de cómo se comporta en la vida cotidiana”.
Luego vienen las excusas. Como Hércules, Errejón se ha echado el mundo -bueno, España, que pesa mucho- sobre sus hombros durante diez años y le ha hundido: la “forma de vida neoliberal”, la “subjetividad tóxica” y el “patriarcado”.
Recordemos los sinónimos de hipócrita: farsante, falsario, impostor, fariseo, mentiroso, agazapado, faruscas,… aplicables a él y a una parte del mundo en el que ha vivido.