Una reflexión de cómo el tribalismo y la obediencia ciega al líder se han apoderado de la política española.

 La felicidad es una de las metas más comunes que tenemos como seres humanos. Sin embargo, esta meta puede ser tan ambigua que resulta difícil de alcanzar. Es por ello, por lo que resulta importante conocer exactamente qué es la felicidad, de manera que podamos entender qué es exactamente aquello por lo que tanto luchamos 

Los conceptos de lo que se llama felicidad son variables y es un mundo diferente en cada persona. Puedes ser feliz en tu vida privada y no serlo en tu puesto de trabajo o al observar la deriva a la que nos lleva la actuación política de un determinado partido, que más que una democracia es una dictadura apoyada y bautizada amoralmente en la pila de la Constitución. 

En la actualidad, hablar de política y felicidad parece algo contradictorio, lo que es un claro indicador de que algo va mal en nuestra sociedad.

La felicidad política no existe, ya que las diferencias ideológicas dividen el sentimiento lógico de cada ciudadano, al pensar diferente del otro y entender que su razón y solución ante un determinado problema, nace del pensamiento del partido en el que milita. 

En la actualidad, hablar de política y felicidad parece algo contradictorio. Esto no ha sido siempre así y es un claro indicador de que algo va mal en nuestra sociedad. La política es una actividad muy digna y necesaria, siempre que se base en una serie de principios morales. Cuando esto no sucede, surge el grave problema de desafección a todo lo que pretendía Clísteres de Atenas, el primer creador de la democracia.  

En España no se analizan las contradicciones, ni se cultiva el futuro, solo hay un presente lleno de mentiras, crispaciones e intereses ajenos a los ciudadanos.

En la España, de lo que hoy todavía es España, no existe la felicidad política y sí el tribalismo o la obediencia ciega al líder. No se analizan las contradicciones ni se considera el futuro, solo el presente, un presente lleno de mentiras, crispaciones e intereses ajenos a los ciudadanos. Corrupción y cientos, miles, tal vez, de casos, que todavía no han sido juzgados, pero la abulia de la Sociedad contempla indiferente el camino que nos marcan. 

Aznarismo, Zapaterismo y Sanchismo son denominaciones que suplantan al principio del significado de unas siglas y bajo su paraguas se cometen, ahora más que nunca, delitos que jamás hubiésemos pensado que pudiesen ser tolerados. Y es que los okupas proliferan por todas partes, incluso en la política y desde el poder. Sin ganar las elecciones, se establecen pactos que te permiten perpetuarte. 

A pesar de todo esto, yo creo en la Democracia y en los derechos de TODOS los ciudadanos.