Contar con alumnos que tengan vocación de aprender y docentes que fomenten el trabajo en equipo y que despierten la curiosidad en el alumnado para seguir actualizándose a lo largo de su trayectoria profesional, es la receta para una enseñanza útil.
Javier Rodríguez-Losada
Ex-Profesor universitario ocasional
El objetivo final del sistema educativo es formar a los jóvenes para su futuro ejercicio profesional. Contar con alumnos que tienen claro ese ejercicio es un regalo para el profesor, pues, sea cual sea el proyecto educativo, los alumnos buscarán contenidos que satisfagan las ansias que generan esas vocaciones. Pero acceder al sistema de enseñanza con una vocación definida es tan raro como que el sistema identifique y canalice esas vocaciones. Y esto no es un problema menor, porque durante la carrera, los alumnos deben absorber conocimientos que necesitarán en sus, aproximadamente, cuarenta años de profesión.
El reto del profesor y del sistema es grande: ¿qué enseñar que permanezca útil en 10, 20, 30, 40 o 50 años? Esta pregunta resulta especialmente difícil de responder en momentos, entornos o sociedades en las que los cambios (tecnológicos, sociales…) son tan grandes que, en algunas disciplinas, existen profesiones y puestos de trabajo que no existían cuando los profesionales que los ocupan se estaban formando. Y no exagero: piensa por ejemplo en la importancia que tiene hoy la comunicación en redes sociales e internet.
Durante su etapa formativa, los alumnos deben absorber conocimientos que necesitarán en sus, aproximadamente, cuarenta años de profesión, algo muy complicado dado la veloz evolución de la sociedad
Mi primer empleo fue en una multinacional americana de primer orden, y recuerdo que, cuando me incorporé, no había ningún ordenador en mi departamento. Por no olvidar que no existía Internet. ¿Cómo podíamos trabajar así?
De aquella época, recuerdo pedir presupuesto de un ordenador portátil para uso personal y decidir no comprarlo por resultar prohibitivo. Hoy estoy escribiendo este artículo desde mi casa, con un ordenador sobre mis rodillas y, contando los ordenadores de mi mujer e hijos, sumamos más de media docena de equipos similares para uso doméstico. Aparte; hay tabletas, smartphones – que son cuasiordenadores -; en fin; creo que lo habitual en una familia media de hoy en día.
Entonces, ¿es criticable la educación que se ofrecía hace décadas, por no prepararnos para este entorno? Y, trasladando esta situación a la enseñanza de hoy, ¿Qué y cómo enseñar, si desconocemos cómo será la demanda de profesionales dentro de 10 o 20 años?
En mi opinión, con el actual desprecio a la canalización de vocaciones, los contenidos pierden importancia en favor de las actitudes. Es decir, sea cual sea, y vaya por dónde vaya la evolución tecnológica y social, tenemos claro que el ejercicio profesional será en un entorno completamente distinto al actual, con normas cambiantes.
La enseñanza de hoy solo sirve de “infraestructura” sobre la que ir incorporando los contenidos que, poco a poco, irán surgiendo
Por lo tanto, es necesario “formar a los futuros profesionales en investigación para la actualización profesional personal”, en la búsqueda de nueva formación según avance el tiempo y nos acerquemos a esos nuevos escenarios.
Abrazar los cambios no puede dar pereza, todo lo contrario. Ante el riesgo que lo que se enseña hoy quede obsoleto y sea inútil en breve tiempo, es necesario que los alumnos sepan que la enseñanza de hoy solo sirve de “infraestructura” sobre la que ir incorporando los contenidos que, poco a poco, irán surgiendo, dejando obsoletos los contenidos que se enseñan en la actualidad.
Además, parece claro que las nuevas situaciones serán más complejas, y exigirán más perspectivas y que sean multidisciplinares. Trabajar en equipo será todavía más necesario que nunca, ya que una formación que no fomente el trabajo en equipo estará coja. En este sentido, resulta claro que un buen profesional debe ser capaz de exponer y compartir sus ideas a los grupos de trabajo, por lo que hablar en público debe ser una asignatura obligatoria.
Trabajar en equipo será todavía más necesario que nunca y adquirir conocimientos de varios idiomas es absolutamente vital para aumentar las oportunidades de un desarrollo profesional satisfactorio
Y, por último, pero no menos importante, creo necesario retomar el sambenito de los “idiomas”, que tiene que ver con dos objetivos anteriores; el trabajo en equipo y la búsqueda de información.
No quiero ponerme de ejemplo, pero creo que mi experiencia puede ser ilustrativa. Les expliqué lo expuesto a los alumnos, pedí que formaran equipos de tres, y repartí el temario de la asignatura entre los grupos. Yo cambié el atril por un puesto más entre los alumnos. Cada grupo debía preparar su tema, con un enfoque actual y práctico, y exponerlo a toda la clase.
Yo me puse a su disposición para colaborar en el enfoque de cada tema, facilitar bibliografía y solucionar dudas. A partir de ahí, el protagonismo fue de los alumnos, que se convertían en “expertos” en cada tema, facilitaban documentación y respondían las dudas de sus compañeros en clase.
La evaluación de los alumnos valoraba el grado de conocimiento y comunicación a la clase, la documentación y bibliografía aportadas y el funcionamiento de los grupos de trabajo, aunque algunos confundían un grupo de trabajo con una “cuadrilla para salir de cañas”, lo que reventaba esos grupos y creo que también maduraron en gestión de grupos.
A mí me gustó la experiencia, y-sometido a la evaluación que la Universidad (de Vigo) pide al alumnado, resulté valorado por encima de la media. Supongo que esta iniciativa es mejorable, pero me doy el mérito de promover algo diferente en un entorno realmente difícil.