Cuando se estudió la creación del Estado autonómico uno de sus principales objetivos era encontrar una mejor integración de las entonces Regiones en Autonomías que al día de hoy, tienen muchas más competencias que cualquier otro estado descentralizado.

El deporte y la política, poco tienen que ver uno con el otro. Por un lado, el deporte hace referencia a una actividad o ejercicio físico. Por el otro, la política es el arte del gobierno de los estados. En el espíritu fundacional del olimpismo moderno siempre ha estado la voluntad de separarse de la política con el objetivo de que el deporte sirviera para la paz.

Utilizar el deporte como objetivo político es como poco deslealtad y traición. En el caso de la creación de selecciones que puedan competir incluso contra España, se fomenta y autoriza por parte del de quienes gobiernan el País y sus aliados como son los referentes más importantes de la izquierda. No pierden ninguna oportunidad de debilitar al Estado, incidiendo en todos los parámetros que pueden ayudarles a conseguir su objetivo: la destrucción del actual modelo que nos hemos dado todos los españoles a través de la Constitución del 78.

Lo peor de esta situación es que se está normalizando. Se silba el himno español, se queman las banderas y se mira para otro lado con la intención de “desnaturalizar” todo lo español incluso ahora en el deporte. Asumimos ya que en partes de España no se hable el idioma oficial de todos, que sea necesario usar traductores en instituciones oficiales. En definitiva, se actúa y se tolera todo ello. Hay una constante: la intromisión excesiva de los gobiernos suele hacer daño a la actividad deportiva.

Piensen Vds. señores ministros y sus 1200 asesores que España necesita soluciones a temas de primera necesidad: paro, pobreza, sanidad, enseñanza y puertas giratorias que les van a servir de cobijo cuando abandonen el sillón.

No toleren que selecciones autonómicas puedan jugar contra su propio país, (si entre ellas) ya que perderán y Vds. que lo promueven quedarán señalados para siempre con un calificativo muy duro que no me atrevo a escribir.

Dejen al deporte en Paz.

Por Juan José Lojo Fandiño