Cuando se convierte en comportamiento frecuente, refleja carencia, endeblez o volatilidad de principios y deslealtad a uno mismo.
¿Qué sucedería en una competición deportiva, si el árbitro ignorara las normas o las aplicara de forma contradictoria?
Habría incoherencia, contradicción, desatino, necedad, despropósito, escándalo, injusticia, arbitrariedad, improvisación, …
La incoherencia supone actuar de forma contraria a los principios propios, o, dicho más claramente, hacer lo contrario de lo que se dice. El comportamiento contradictorio, incoherente, oportunista, acomodaticio como pluma al viento o serpiente al terreno, genera desconfianza, y las personas que lo practican serán consideradas deshonestas, pues sus principios de vida son endebles o despreciables para ellos mismos: son los primeros en no respetarlos.
La guía del incoherente son sus intereses personales o los del grupo al que pertenece, o, sencillamente, la huida hacia adelante. Esta forma de vida se parece mucho a la navegación sin rumbo, por carencia de instrumentos y conocimientos adecuados para mantener una derrota estudiada, con reflexión sobre riesgos y ventajas, peligros, lugar de destino, consecuencias, respeto a las órdenes recibidas, …
¿Qué opinión nos merece quien se contradice a diario y se ve obligado a modificar su postura con frecuencia? Rectificar es de sabios, … y de necios hacerlo a diario.
La lealtad a los principios personales no consiste en hacer o decir todo lo que se piensa, según expresión de André Maurois, sino en no decir o no comportarse nunca de forma contraria a lo que se piensa. Tal vez, la actitud más deleznable de un ser humano sea la deslealtad y la falta de respeto a uno mismo -naturalmente, también a los demás-, por incompatibilidad entre lo que decimos o pensamos y nuestros hechos.
Una contradicción personal es señal de fracaso, de inseguridad, de soberbia, de falta de brújula. Suele justificarse calificándola como cambio de opinión derivado de nuevas circunstancias o por reconocimiento de un error y el deseo de enmendarlo. En estos supuestos, nada que objetar, sería una actitud nacida de la reflexión y de la humildad, comportamiento que la filosofía popular confirma con el refrán “rectificar es de sabios”, y suele ir acompañado de la petición de comprensión y las correspondientes explicaciones.
Esta forma de incoherencia o contradicción hace avanzar al mundo bajo el principio de acierto-error. Ahora bien, ¿qué opinión nos merece quien se contradice a diario y se ve obligado a modificar su postura con frecuencia?
Cada uno tendrá la suya, obviamente. Me limito a recordar la frase “Rectificar es de sabios, … y de necios hacerlo a diario.” ¿Recuerdan al autor?
Si el incoherente añade una actitud mentirosa, por prometer o afirmar algo que sabe de antemano no va a cumplir, el calificativo para quien la practica, sería: individuo manipulador o patológico.