El riesgo de perseguir un mundo irreal que otros tienen que pagar.
Hoy me he levantado con el pecho hinchado y una sensación de absoluto empoderamiento, y es que no hay como tener una noche placentera de sueños. Soñé con un mundo happy donde todos nos sentíamos plenamente realizados, donde la igualdad ya no era una lucha, donde el solo hecho de nacer te garantizaba una existencia allanada y sin tensiones.
He tenido un sueño y no dejo de pensar en lo maravilloso de todo aquello. No encuentro palabras para verbalizar todo eso que he sentido al eliminar todos esos miedos, que me obligan a emprender cada mañana en pro de mi futuro y el de los míos.
Un mundo sin contaminación, sin comer carne, no consumir azúcar, tabaco o alcohol, sin armas, sin fronteras.
He tenido el sueño de que fuese posible un mundo sin contaminación, sin plaguicidas ni fertilizantes, sin necesidad de alimentarnos con carne, sin deseos de azúcar, ni tabaco, ni alcohol … Una vida más saludable y duradera que nos acercase a la inmortalidad.
He tenido el sueño de que mis hijos ya no tendrán que preocuparse por la vivienda, por su estabilidad económica ni por su mañana.
He tenido el sueño de un mundo sin fronteras, sin armas, sin equilibrios ni peajes … ¡todo paz y armonía!
¡Ostras! Si solo ha sido un sueño.
Renta mínima para todos, herencia universal, acceso a la vivienda garantizado, equiparar los animales a las personas, trabajar menos y ganar más. Un mar de recursos infinito … ¿A que les suena?
No renuncien a ese sueño, pero siendo conscientes que nada sale gratis.
espreciar la productividad, prohibir todo aquello que no es saludable, demonizar el turismo, señalar al que destaca y cargar la cuenta siempre a otro.
El camino de la prohibición y regulación desmedida, así como el no evaluar las consecuencias colaterales es propio de quien no tiene nada comprometido.
Yo siempre fui más de los que me alertan de los problemas, de los que reparten dulces porque no vaya a ser que ese sueño helado se vuelva contra uno.
Claro que, igual que sueño con mundos irreales pueden verme como un apaga luces en las fiestas, ese ser incómodo que nos recuerda que nada sale gratis y que la ley natural está muy por encima de todas las tendencias de la época.
Eso sí, no renuncien a saborear ese helado, y si me aceptan un consejo páguenselo ustedes.