El turismo amenaza con morir de éxito y habría que considerar la introducción de alguna figura tributaria para reconducir la situación.

Javier Gómez Taboada

Abogado tributarista. Socio de MAIO LEGAL (www.maiolegal.com)

 

Creo que todos, de un modo u otro, ya lo hemos experimentado en alguna ocasión: con gran ilusión, llegamos a un destino en un viaje de placer y lo primero que pensamos es “¿qué hacen aquí tantos turistas?” (olvidando, siquiera por un nanosegundo, que nosotros mismos formamos parte de esa misma marea humana).

Y, tan es así que, de un tiempo para esta parte, algo parece ya claro: el turismo está alcanzando -¿lo ha alcanzado ya?- un punto de inflexión, quizá incluso de no retorno, en el que amenaza con morir de éxito. En España ya tenemos varios síntomas de ello en zonas con mayor riesgo de saturación: el acceso a la vivienda se ha convertido en una quimera…, y las primeras manifestaciones ya han salido a la calle reclamando un cambio de modelo.

Se barajan medidas como la ecotasa o tasa turística, que debería ser proporcional a la categoría del alojamiento para que fuese efectiva

Obviamente no soy experto -nada más lejos- en el sector turístico, que conozco a nivel de “mero usuario/consumidor”, pero, como fiscalista, creo que estamos en el escenario prototípico en el que quizá habría que considerar la introducción de alguna figura tributaria que, unida a otras decisiones, pueda coadyuvar a reconducir la situación.

Recientemente, en el blog “Nada es gratis”, Aleix Calveras abordó el análisis de esta tesitura; y su exposición plantea varias ideas interesantes (con algunas estoy esencialmente de acuerdo; con otras, no tanto).

Empezaré por las obviedades: la conocida como ecotasa o tasa turística (que grava, esencialmente el alojamiento), es algo ya descubierto e implantado; no estamos, pues, en el escenario de plantear o no su creación. Pero, la situación de hipersaturación de algunos destinos especialmente demandados ha llevado a reflexionar sobre si la cuantía de esa ecotasa es la apropiada. Lo sea o no (esa valoración es algo muy subjetivo), sí que parece claro que su abono no va en consonancia con la capacidad adquisitiva de los turistas; así, por ejemplo, en París la tarifa máxima es inferior a 15 euros por persona/noche de alojamiento en un palacio. No parece que una ecotasa así vaya a retraer la demanda de ese tipo de turismo.

Una mayor calidad del turismo pudiera provocar un incremento de la demanda cada vez de mayor poder adquisitivo

Por ello, cabe plantearse si la ecotasa tiene recorrido como para modificarla al alza. Si su incremento minora la demanda, quizá el modelo pueda apostar por más calidad (con el consiguiente incremento de precio de los servicios turísticos) a cambio de menor cantidad. De ser así, ello redundará en una mejor calidad de vida de los residentes en esas zonas “tensionadas”, y, también, en una probable mejora de las rentabilidades de los negocios, con el consiguiente incremento de los salarios. A su vez, una mayor calidad del turismo pudiera provocar un incremento de la demanda cada vez de mayor poder adquisitivo y así sucesivamente. Es una mera hipótesis, pero plausible.

Una ecotasa bien gestionada permitiría mejorar las infraestructuras de transporte, sanitarias o de medioambiente

Esa ecotasa, además, pudiera aspirar no sólo a afectar al mercado -oferta/demanda- sino, también, a financiar de un modo directo (es decir, con un espíritu finalista) las externalidades que el turismo genera en su zona de influencia; permitiría, así, actuar sobre las infraestructuras de transportes, sanitarias, medio ambiente; muchos son los aspectos cotidianos que se ven afectados por este fenómeno de masas.

Con ocasión de nuestras ya próximas vacaciones, reflexionemos sobre ello: ¿nos gustaría vivir todo el año en el destino al que vamos de ocio? Si la respuesta es no; quizá debamos meditar sobre ello y considerar que la fiscalidad, además de para recaudar, también puede servir para cambiar conductas sociales.

#ciudadaNOsúbdito

Publicado en Atlántico, el 14/7/2024.