Esto es lo que deben pensar la mayoría de los ciudadanos de nuestra querida ciudad a la vista de tan rimbombante y atractivo programa de fiestas que a día 1 de agosto aún sigue sin cerrarse ¿o es que alguno de los lectores de nuestro diario conoce el cartel del Noroeste?

Nostálgicos nos ponemos recordando aquellas “sábanas” imposibles de abrir por la cantidad de dobleces que presentaban, y casi más imposibles de leer por su letra pequeña, que a modo de callejero distribuían los gobiernos municipales de hace años por bares, restaurantes, tiendas y oficinas de información -esa es otra ¿dónde pueden informarse los tan anhelados turistas sobre nuestra oferta hotelera, turística, gastronómica, cultural o festiva?… ¡Ah claro! perdonen, en el portal “búsquese usted la vida en cualquier página de Internet”-, guías aquellas que con todo lujo de detalles nos ofrecían con dos o tres semanas de antelación la ansiada programación festiva.

Pero el actual equipo de gobierno, o desgobierno, no sólo carece de agenda festiva sino que las contrataciones de los artistas se cierran en la antesala de su actuación; incluso el importe de unas entradas ya vendidas y agotadas hace quince días se aprueban por el IMCE el mismo día que empiezan los conciertos; sí, nos referimos al Morriña Fest.

¡¡Ay, el IMCE!! ese agujero negro de las contrataciones in extremis, los extraños consejeros, el desaparecido y controvertido gerente, las cuestionadas cuentas… A veces uno ya piensa más en él como pozo negro que como agujero negro. Me pregunto si en algún momento el órgano fiscalizador de las Cuentas en Galicia, nuestro Consello de Contas, piensa hacer algo al respecto, dado que, como sugieren las noticias de prensa, el interventor se limita a torcer el morro protestando y la oposición ni está ni se la espera.

Obviamente tanta imprevisión y tanta improvisación no pueden pasarse por alto si tenemos en cuenta que las fiestas de María Pita siempre caen en agosto y que el responsable de tal evento es el mismo desde hace casi tres años -cuando se le retiraron las competencias de Cultura y Fiestas al señor Celemín y a la señora Cabanas-, primero desde su posición de jefe de gabinete de la señora Rey-ná, quien pasó a “encargarse” de Cultura, y ahora confirmado como flamante concejal de jolgorios varios, el locuaz Gonzalo Castro. En fin, que sí o sí, se debió y se pudo haber planificado con tiempo y con calidad.

Y si hablamos de calidad deberíamos pararnos un momento en analizar si esa exigencia la ponemos sólo como ciudadanos deseosos de emplear bien nuestro tiempo de ocio, o existen otros parámetros que debemos incluir en el concepto calidad del evento; pues sí, los hay: la cuantía de la inversión que se hace con el dinero de todos nosotros, el retorno económico para la ciudad, el posicionamiento en el ránking de ciudades más atractivas al turismo y hasta, a la vista de la polémica por el uso del monte de Bens, el tan actual cuidado del entorno natural.

No es éste el momento para desarrollar pormenorizadamente esos puntos, pero como este humilde opinador no les va a pedir un acto de fe, sencillamente les invito a que ojeen la prensa, pregunten a amigos de fuera -sin poner por ello en riesgo su amistad-, a alguna agencia de viajes o a un dueño de cafetería que no esté, obviamente, en el anillo de oro de la hostelería, o sea entorno de la Marina. Uno, que siempre ha presumido de ciudad con legítimo orgullo coruñés, se lame hoy las heridas producidas por la envidia y la tristeza de mirar a la ciudad del sur, a Vigo, ya no sólo por la categoría de sus gobernantes sino ahora también por sus fiestas veraniegas; si por Castrelos han pasado y van a pasar David Bisbal, Alejandro Sanz, Ana Mena, Julieta Venegas, Pablo López o David Guetta -por aquí algunos de esos artistas pasaron o pasarán, pero nosotros también pasamos o pasaremos para verlos pero por la “taquilla” del Coliseum, mientras que en Vigo las actuaciones fueron “de balde”, sin olvidar que para el tan cacareado Morriña Fest también hubo que sacudirse y bien el bolsillo- aquí recibiremos la visita de Mika, Amaia la triunfita no la ex Van Gogh, Vanessa Martín y Víctor Manuel; no es mi intención infravalorar el caché y trayectoria artística de estos cantantes, pero coincidirán conmigo que las comparaciones son, efectivamente, odiosas. Y esto no lo digo yo, cincuentón nostálgico, sino que es comentario generalizado entre todos los grupos de edad, hasta el punto de ser testigo de cómo mis hijos y los amigos de mis hijos bucean en los programas de fiestas de nuestro entorno geográfico buscando a las orquestas Panorama o París de Noya y haciendo planes, y ni que decir tiene que detrás de nuestros hijos, indefectiblemente vamos los padres…¡que remedio!

Por eso, que viendo tamaño desaguisado festivo, uno mire a su familia entre resignado, enfadado y quejumbroso, y les diga ¡hala, ya nos podemos ir de vacaciones!